Buscador

En principio pensé que el trabajo que me planteaba inicialmente era descomunal: rastrear meticulosamente, con paciencia de archivero , una palabra, después caí en cuenta que la plataforma me ofrecía ya ese primera aproximación a través del buscador, entonces comprendí que esa primera intuición que me llevaba a aproximarme a los textos a través de un término era precisamente el sistema de lectura que plantea la red como lectura-buscador…

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Edición de textos de “esfera pública” por aproximación a través del buscador en red: un ejercicio de lectura.

(Propuesta de una lectura intermitente.)

Sobre la recurrencia de un término, lecturas en red a través de un buscador.

Sobre la imposibilidad del proyecto de lectura de un concepto omitiendo la tarea del buscador en que están insertos los textos.

La tarea descomunal de una lectura en red.

Leer es buscar, buscar a través de un servidor.

Mi lectura buscará seguir los contextos en que aparece la palabra rastreada por el buscador.

No puedo obviar el rastreador en mi pretendido trabajo de edición.

El texto en red ya no es un texto lineal ni un texto manejable en el sentido convencional de la palabra, mi mediación está necesariamente mediada por unos protocolos de lectura que exceden mi alcance.

Aproximarse a unos textos que buscan todavía la linealidad del texto. En red el texto se desconfigura proponiendo una lectura zigzagueante a través de un buscador que produce una revisión de los textos, de acuerdo a un posicionamiento según la cantidad de entradas que vaya registrando cada texto.

La lectura que comienzo a realizar es la lectura que me propone la red, a través de un buscador que organiza mi lectura como una palabra guía que se disemina de acuerdo a la dinámica de lectura de unas interfases, el orden de aparición de los textos en mi búsqueda excede mis preocupaciones y se organiza de acuerdo a los criterios propios de la red.

169  resultados de búsqueda del término “poética” en esfera pública a través del buscador.

Imposible rastrear el término omitiendo la tarea del buscador.

Necesariamente el buscador me impone un orden de lectura que obedece a los posicionamientos que han tenido los textos de acuerdo con el número de consultas.

El primer texto que me propone el número uno es el texto más consultado de los 169 en que aparece la palabra “poética”.

Omitir los textos que aparecen reiterados y sin embargo se proponen como un nuevo registro de búsqueda.

La lectura que propone el botón de búsqueda propone pensar la frecuencia con que un autor gravita alrededor de un problema, por ejemplo x autor aparece cinco veces en textos vinculados con mi búsqueda, de tal suerte que podemos cruzar las dos periodicidades y esto quizá podría arrojar interesantes apreciaciones sobre la recurrencia de un término como preocupación en un autor: en mis primeras 11 búsquedas me encuentro con el mismo nombre Jorge peñuela, la aparición reiterada se despliega de Jorge Peñuela a Lucas Ospina a Carlos Salazar: la predictibilidad de nombres que comienza arrojar la lectura-buscador.

En principio pensé que el trabajo que me planteaba inicialmente era descomunal:  rastrear meticulosamente,  con paciencia de archivero , una palabra, después caí en cuenta que la plataforma me ofrecía ya ese primera aproximación a través del buscador, entonces comprendí que esa primera intuición que me llevaba a aproximarme a los textos a través de un término era precisamente el sistema de lectura que plantea la red como lectura-buscador. El paso siguiente, eran todas las posibles variaciones que un lector de archivo pueda predecir, un primer paso cotejar los índices con los autores e ir descubriendo vertiginosamente la recurrencia de nombres.

La búsqueda comenzó a proponerme los términos de búsqueda como las palabras claves de un autor, es decir una inquietante correspondencia entre los índices de búsqueda y los nombres de autor en que recurrentemente fueron apareciendo.

Otro nombre recurrente, Ricardo Arcos Palma.

Por estos días estoy leyendo a Perec, y creo que su lectura tiene mucho que ver con esto que estoy entreviendo en la lectura-buscador.

Mario Opazo, otro nombre recurrente.

Comencé a pensar en hacer un conteo de la cantidad de apariciones de un autor en la palabra guía.

Encontré una relación importante e inquietante que tiene que ver con lo local y lo que está fuera, textos aparecidos en otras plataformas y que habían sido injertados en esta plataforma, me disparaban a otros nombres aislados de los primeros en su posibilidad de recurrencia, entreví cómo las plataformas  siguen siendo locales. Quizá en esa plataforma distante si hiciera el mismo ejercicio comenzarían a aparecer las recurrencias.

Comencé a pensar en lo absurdo de una  ley implícita que a la manera de genio maligno hace gravitar ciertos textos, ciertos autores, alrededor de ciertos problemas. Una suerte de “amor fati “que hiciera posible la recurrencia en red de textos y por consiguiente de autores.

La interesante relación de nombres y problemas que genera el buscador como “espacio” de encuentro de esos nombres y problemas.

El dilema de las recurrencias y los pseudónimos, un remitente podría reincidir recurrentemente protegido por el nombre del seudónimo y sin embargo hacer parte quizá de la lista de autores recurrentes arrojados por el buscador y conectados a la palabra de búsqueda.

La dirección que podría tomar el término en atención a lo local y a lo foráneo, un ejercicio de lectura estimulante. Describir el ejercicio y las intuiciones que se tienen sobre el color local con que se impregna el término, otro ejemplo de recurrencia, cómo poética en términos locales adquiere paradójicamente una acepción recurrente.

Por otra parte el buscador omite mi lectura pesquisa al situarme directamente en el lugar en que aparece el término de mi búsqueda. Puedo omitir páginas de lectura porque inequívocamente me encuentro situada en el lugar en que el término de búsqueda hace su aparición. No tendría ningún sentido simular que he realizado la lectura en tanto lo que busco ha sido escuetamente arrojado por el buscador. Paradójicamente podría omitir la ilusión de un texto y parame directamente sobre los “extractos” que el buscador arroja, el texto integro como tal entraría en la categoría de desecho del buscador, toneladas de palabras ilusoriamente desplazadas por fragmentos minúsculos en los que el texto en cuestión ha resultado de mi lectura búsqueda.

Hace poco compré un extractor de jugos y con sorpresa observé el mismo resultado: toneladas de materia orgánica era literalmente arrojada como desperdicio para producir un minúsculo vasito del tamaño de un dedo meñique.

Una lectura que describa un proceso de lectura que jamás habrá de realizarse salvo el hipotético caso de tener que ilustrar exhaustivamente “la retirada de la lectura”, sería el trabajo minucioso de un lector juicioso que emprendiera la copia minuciosa de los extractos que arroja el buscador, paralelamente iría señalando los casos de recurrencia en que los autores aparecen y desaparecen en las búsquedas y los demás problemas que se irían ordenando como una partitura de iteraciones recurrentes.

La trascripción de los extractos explicitaría el proceso de lectura búsqueda del lector buscador pero paradójicamente excedería los límites de números de palabras que en principio propone la plataforma “esfera pública”como ejercicio de edición: no exceder las 406 palabras.

El límite en cuestión me lleva a pensar que seguimos operando en la red con la ilusión de un texto que habría sido.

Claudia Díaz