El Arte de la Especulación

Han pasado ya cuatro años del debate en torno a la posible especulación en los precios record de venta en subasta que logró la obra de Oscar Murillo y la de otros artistas promovidos por el coleccionista Stefan Simchowitz. Desde entonces la obra de Murillo ha enfrentado -en términos de recepción crítica y estabilidad de precios en subastas- una serie de situaciones que llevan a reformular preguntas y revisar el debate a la luz de desarrollos recientes.

¿Qué sucedió con los precios de la obra de Murillo en subastas durante los últimos años?, ¿la recepción poco favorable de la crítica incidió en la marcada tendencia a la baja en términos de volumen y valor de las ventas de la obra de este y otros artistas promovidos por Simchowitz?

A continuación un análisis de la discusión y sus principales argumentos, seguido de informes de mercado recientes que revelan un declive en términos del volumen y valor de las ventas de la obra de Murillo.

Burbuja, especulación, legitimación

En junio de 2013 el panorama artístico nacional se vio sacudido por la noticia que abriría —o reabriría— el debate alrededor del papel hegemónico del mercado de arte en el ámbito cultural. La venta de una obra por 391 mil dólares del joven artista Óscar Murillo suscitó gran conmoción y dio paso a una discusión sobre la especulación, la legitimación institucional y la falta de oportunidades en el contexto colombiano en lo que respecta al florecimiento del arte. Así, el llamado capitalismo artístico se volvió tema central de debate, en tanto los precios que alcanzan las obras en las subastas de grandes entidades como Sotherby’s o Christie’s eran entendidos por muchos como el resultado de estrategias turbias de marketing y especulación.

El autor del artículo que dio inicio al debate, Halim Badawi, revisó, con cierto grado de preocupación, las implicaciones de la subasta realizada por Christie’s en Londres el 26 de junio de ese año. Aseguró que Murillo no tenía el suficiente respaldo institucional como para que su obra fuese sobrevalorada de tal modo y, además, de forma tan espontánea: el joven, que en ese momento tenía sólo 27 años, nunca había expuesto en museos y no existía bibliografía sobre su obra. Era un completo desconocido. Aun así, obtuvo un rotundo éxito comercial que, para Badawi, podía ser explicado únicamente a partir de dinámicas mercantiles: el apoyo que el vallecaucano tuvo de la Saatchi Gallery o de los Rubell fue decisivo en su crecimiento. Otra estrategia, asegura, fue la de emular el papel de artista decadente a través de la imitación, no sólo en sus obras sino en su mismo estilo personal, de Basquiat.

Para leer el artículo completo de Halim Badawi, ir a «Business is business: especulación y mercado en la obra de Óscar Murillo»

La discusión, entonces, giró alrededor de distintos focos. En primer lugar, sí se produjo una reflexión alrededor del rol del mercado artístico en la consagración de artistas y muchos apoyaron el punto de vista de Badawi —quien, además, puso en duda el valor plástico de la obra en cuestión, Sin título (2011)— asegurando que la causa del éxito de Murillo residía en estrategias de marketing. Se lee: “ciertos aspectos que otrora resultaban importantes en el proceso de valorización comercial de un artista tales como la importancia histórica, el reconocimiento, la trayectoria, el contexto crítico, etc., ahora parecen resultar inútiles.” Otros, en cambio, celebraron el triunfo del artista en Europa, sustentando que la clave de su éxito debía de ser únicamente su talento. Entre éstos resalta la figura de Francesca Bellini, analista de mercados del arte radicada en Londres, que se opone a Badawi insinuando que las dinámicas detrás del éxito de Murillo no fueron una anomalía en el ámbito global pues estuvieron sujetas a las leyes de mercado y, por tanto, no deberían suponer tanta sorpresa.

El artista colombiano Darío Ortiz, por su lado, en “Óscar Murillo, el escapista”, publicado unos meses después del escándalo inicial, pareció hacer una oda al artista que, a pesar de las condiciones adversas que con tanto ímpetu describe en el texto, logró triunfar internacionalmente. El campo artístico local, escribe Ortiz, está plagado de clientelismos, hipocresía, burocracia absurda y sistemas de legitimación muy cuestionables. “¿Cómo es posible que el “novato” Murillo haya llegado a valer tanto si no se dejó robar, estafar ni malpagar por los galeristas nuevos o viejos que dominan la escena local, ni tuvo que aceptar los precios de hambre que pagan los coleccionistas colombianos?”, se pregunta. Su éxito no se debe a ninguna maniobra oculta, sino a su talento: aun así, es un éxito que habría resultado impensable en el país y que sólo los mercados europeos habrían podido fomentar.

Para leer el artículo completo de Dario Ortíz, ir a «Oscar Murillo, el escapista»

Relacionado a este tema, se debatió el estado actual del mercado nacional. Muchos afirmaron que el contexto colombiano no era el más propicio para el crecimiento profesional de los jóvenes artistas y que el caso de Murillo habría sido posible sólo en un lugar como Londres. También surge la duda de si Murillo ha de considerarse o no un ejemplar de arte colombiano: él afirma, en una entrevista, que sus raíces lo son —su familia emigró al Reino Unido cuando él tenía sólo 10 años— pero que él no se ve a sí mismo como un artista colombiano. Bellini asegura, por su lado, que Murillo es, en todo el sentido del término, un artista global, en tanto no se incluyó su lote en una subasta de arte latinoamericano sino en una de arte contemporáneo. ¿Entonces?

Para realmente lograr comprender qué fue lo que sucedió en la subasta de Christie’s, Badawi y otros participantes subrayaron la necesidad de realizar un estudio serio de la obra de Murillo: sólo así sería posible realizar un juicio alrededor de su éxito. Algunos sugirieron otros motivos de éxito —se llegó a plantear, incluso, ¡la teoría de una posible influencia del Cartel caleño en la valorización de la obra plástica del vallecaucano!—. También fue muy controvertida la estrategia de marketing que denuncia Badawi, según el cual a Murillo no se le dio el epíteto de ‘el Basquiat colombiano’ por mera inventiva de la prensa, sino que se trató, desde un principio, de un ejercicio premeditado de copia del estilo personal del artista norteamericano, así como de su propuesta plástica. Sobre este punto surge, además, el cuestionamiento alrededor del papel que juegan los medios de comunicación en el crecimiento de los artistas, en tanto la falta de conocimiento especializado por parte de éstos puede llevar a la difusión de ideas erróneas, si no, disparatadas.

Los términos burbuja, especulación, legitimación aparecen con frecuencia, así como los nombres de Botero, Obregón o Doris Salcedo. El caso no tuvo precedente alguno en Colombia y por eso generó, sin lugar a dudas, una crisis entre la crítica nacional, en tanto empezó a cuestionarse el rol del museo como legitimador del artista, la necesidad del respaldo de la crítica, la importancia de la trayectoria profesional y los demás parámetros que, antes de junio de 2013, se suponía eran los que determinaban el éxito de un artista.

¿Y después, qué pasó?

El nombre de Murillo volvió a resonar en los medios un año después, cuando la galería David Zwirner, en Nueva York, fue escenario de “Una novela mercantil”, obra—¿instalación?, ¿happening?— con la cual el joven quiso demostrar que su genio artístico no residía, únicamente, en sus pinturas. La galería se transformó, por unos días, en una fábrica de chocmelos —dulce tipiquísimo del trópico— de Colombina y emuló su proceso de producción y distribución. La crítica se mostró, por lo general, inclemente: el crítico Jerry Saltz publicó en Vulture «Oscar Murillo Perfectly Encapsulates the Current State of the Contemporary Art World» (a nivel local léase la reseña de Lucas Ospina, “Óscar Murillo, una novelita mercantil”, y Óscar Murillo, un novelón mercantil”)

Simchowitz, su esposa y equipo de trabajo

Otro interesante artículo de Jerry Saltz trata sobre  Stefan Simchowitz, uno de los coleccionistas que especuló y manipuló en el mercado del arte con obra de artistas como Oscar Murillo, Lucien Smith, Mark Flood y Parker Ito. El artículo «Saltz on Stefan Simchowitz, the Greatest Art-Flipper of Them All» se publicó originalmente en Vulture y también se divulgo por esferapública.

El debate continuó desarrollándose de modo esporádico, concentrado en momentos particulares e incluyendo cada vez más participantes. Desde la radio, Julio Sánchez Cristo, aprovechando el espacio de la W, se declaró acérrimo seguidor de Murillo y lo defendió en diferentes ocasiones. Fue particularmente llamativo el caso de Arco 2015, en el que la obra de Murillo no fue, inicialmente, escogida para participar como representante de Colombia; fue sólo con la insistencia de Sánchez Cristo, en vivo y en Twitter, que al vallecaucano se le incluyó en la muestra. “¿Cuánto nos va a costar Arco-Colombia? ¿Quién lo va a pagar? ¿¿Cómo vamos a explicar el veto a Murillo???????”, publicaba el locutor. Hay quienes afirmaron, incluso, con cierta malicia, que éste era coleccionista de la obra de Murillo y que sus intereses se veían directamente involucrados. Fue en el marco de la feria Arco, justamente, que el valor artístico de la obra de Murillo, una vez más, fue puesto en velo de juicio: Halim Badawi rompió su silencio de casi dos años con respecto al caso para criticar la obra ahí expuesta, “De marcha… Una rumba? No, solo un desfile con ética y estética”.

Mientras tanto, la prensa, que en 2013 había saturado la opinión nacional con titulares como “El colombiano que ha revolucionado el mundo del arte”, “Óscar murillo, el artista de ambición desatada”, u “Óscar Murillo, el artista de los 391.475 dólares”, empezó a cuestionarse también el antes indiscutido talento del ‘Basquiat colombiano’. Aparecieron, entonces, artículos bajo los títulos de “Óscar Murillo, ¿un artista inventado por la radio colombiana?” y “Óscar Murillo, el ‘chico maravilla’ del arte, genera dudas”, así como más llamativos cuestionamientos por parte de la crítica, como el análisis de Lucas Ospina “El Interbolsa del arte I» y «El Interbolsa del arte II».

La exposición de Murillo en la galería David Zwirner (2014) dio un giro inesperado -sin tener ninguna obra a la venta- a favor de una fábrica en miniatura produciendo caramelos de chocolate de la fabrica «Colombina». La crítica no recibió favorablemente su propuesta que recurría al arte participativo y fue entendida como «un truco mal concebido».

Con tendencia a la baja

En relación con su desempeño de los precios de su obra en el mercado internacional en los últimos años, hay un análisis (sept 2016) de Brian Boucher en ArtNet que revela cómo su obra se oferta cada se vez menos en subastas y se pregunta ¿Where is the market for Oscar Murillo tree years after his blazing debut? 

Según el artículo de Boucher «Las métricas del mercado en subasta indican una disminución significativa en términos de la demanda de obra. Muchos vendedores se beneficiaron del éxito de las obras en la subasta de 2013; Para el año siguiente 24 sus obras llegaron a la subasta. Este número cayó a 20 en 2015 y luego bajó a 10 en 2016».

La publicación Observatoire de l’art contemporain amplió este análisis en un breve reporte publicado el pasado mes de abril con el título Oscar Murillo: a market trend:

– Durante el año 2014, 31 lotes fueron subastados, alcanzando un monto total de aproximadamente $ 3.7 millones ($ 1.970.412 – $ 2.859.771). Sin embargo, el enfriamiento del mercado comenzó con dos piezas no vendidas, incluyendo Touch me with your greasy hands de 2012 ($ 150,000 – $ 200,000) y con ventas bajo las estimaciones como la pintura Dark Americano vendida por $ 245,000 ($ 500,000).

– Esta tendencia a la baja se confirmó en 2015, cuando sólo 14 de las 20 piezas subastadas se vendieron por un monto total de $ 3.031.861 ($ 2.043.907 – $ 2.991.982); Se compraron seis obras (es decir el 30%). A pesar de algunas excepciones como Untitled (2014) que se vendió por un precio que se mantuvo alto: $ 379.080 (est. $ 154.726 – $ 232.090), las obras que fueron subastadas por segunda vez vieron disminuir su valor, es el caso de La era De la sinceridad (2013), que había sido vendido por $ 100.530 en 2014 y se dejó sin vender en 2015.

– En 2016 persistió la tendencia a la baja en términos de volumen y valor de las ventas. Nueve lotes llegaron a subasta por un monto total de $ 519.440, muy por debajo de las expectativas menos optimistas ($ 602.822 – $ 842.657). Más de 30% de los lotes fueron comprados y sólo trabajos con las estimaciones más bajas lograron superar el precio base: Untitled (2009) se vendió por $ 14.147 (est. $ 7.545 – $ 10.060) y Número 11 (2012) se vendió por $ 58.154.

En días pasados, Halim Badawi publicó un post en su perfil de Facebook donde invita a ver el documental The Art of Stefan Simchowitz:

«…En el documental, desde el minuto 23.00 (aproximadamente), empieza el capítulo dedicado a Murillo. Simchovitz se refiere a uno de los coleccionistas que le compraron obras (de Murillo y compañía) como un «estúpido niño rico», entre otras perlas para decorar el rosario de la oligofrenia inflacionaria del arte colombiano. No me extraña que, a partir de Simchovitz, se haya desarrollado (dentro de Colombia) una suerte de cadena alimenticia dedicada a revender las pinturas de Murillo y ganar comisiones»

En resumen, la tendencia a la baja en términos de volumen y valor de las ventas parecen dar la razón a quienes argumentaron que los altos precios obedecían más a una estrategia de mercado y que con el paso del tiempo los precios de la obra de Murillo alcanzarían un nivel más acorde con su valor artístico.

Habrá que esperar unos años y ver si emergen más coleccionistas como Simchowitz y redefinen sus prácticas especulativas, o si por el contrario, el caso de Murillo se convierte en referencia obligada cada vez que se logren precios record con obras cuyo valor artístico se encuentra aún en fases tempranas de definición.