bunker rufián

Una cita
Siempre he defendido la importancia de Esfera Pública, al ser tal vez el único espacio en el cual se discuten los asuntos que le interesan o le conciernen a la comunidad artística en Colombia. Inclusive, pienso que el recurso del heterónimo o el anónimo ha servido para que haya una participación activa de aquellos que, liberados del peso de tener que respaldar sus ideas con su nombre, pueden de todas maneras decir lo que piensan sin temor a «represalias» de «las instituciones».

Aquellos que trabajamos en instituciones tenemos doble flanco vulnerable: debemos responder por nuestras ideas y también por la gestión que realizamos (así en realidad ejecutemos las políticas trazadas por un Director, un Comité o una misión de la institución).

(por José Roca «sobre la discusión», esferapública, 25 de julio de 2006)

Cuatro conjeturas
1. las instituciones sí existen
2. su manera de tratar la crítica es la represión
3. la institución es, como el museo, un sistema de anillos: tiene una frontera con el exterior, y tiene fronteras internas establecidas entre los diversos comités y grupos de poder que son generalmente invisibles para el habitante al exterior de la institución.
4. Alrededor de una institución se pueden librar dos tipos de lucha: la que quiere redefinir la frontera interior-exterior de la institución y la que quiere redefinir las fronteras entre las cuotas instititucionales (a veces simplemente burocráticas) al interior de la institución, una lucha interior-interior.


Modos de proceder rufianescos:

En tanto el curador define lo que entra y no entra en una colección, define el Museo propiamente dicho: el museo no es otra cosa que una definición extensiva que consiste en una colección o listado de los casos, generalmente llamados, obras o registros. Cada vez que un nuevo registro hace su aparición en la colección del museo, se modifica la definición del museo; al mismo tiempo, se modifican los vínculos entre el museo y su entorno, redefiniendo el trabajo de cientos de artistas y modificando la definición social que una comunidad amplia tiene del término arte (la sucesión de estados determinada por los procesos de inclusión y exclusión de casos). El curador desempeña una función social, un rol público, y ya sea funcionario público o empleado de una empresa privada, su trabajo es asimilable al de un servidor público.

La figura del curador se encuentra entre dos «flancos»; por un lado las definiciones de su función impuestas por su condición de servidor público que construye el sentido del término «arte» por mecanismo de inclusión-exclusión. Por otro lado, sus relaciones de poder y capacidad de toma de decisiones dentro de las instituciones a las que pertence. Ocupa simultáneamente varias fronteras. De los resultados en ambas direcciones él es el único responsable y el único llamado a dar cuentas de los resultados de sus actos.

En su condición asimilada a la del servidor público, le corresponde a él, y únicamente a él, dar cuentas de sus actos. Nada más rufián en una sociedad que alberga -cada vez en forma más escasa- como única esperanza de supervivencia la no renuncia al principio de la ciudadanía que defender la gestión pública por las vías del anónimo, interpuesto o no, patrocinado o no.

Rufianería específica
Sin lugar a dudas, entre los rufianes, la mas rufián es Meri Clon (se pelea honores con «García»), quién desde su posición anónima, ha decidido cuidarle las espaldas al curador Jefe del Banco de la República, con un cepillo del tamaño de un escudo antimotines. Ya había dado muestras de su relación de servilismo, al enviar por esferapública la convocatoria que José Roca realizara para cortar la «Arteria» crítica de esferapública. Con su intervención «búnker curatorial», Mari quiere hacernos creer que se une al cuestionamiento de los modos en que un curador particular ha construido una colección de casos, es decir, en que ha definido el sentido social del término «arte» cuando en verdad lo que pretende es que los artistas luchemos por el curador las batallas que el curador debe dar él mismo al interior de la institución. Simple y rufianesca manipulación. El ejercicio de la ciudadanía no consiste en hacer bloques solidarios para defender los intereses burocráticos de uno u otro funcionario al interior de la institución. Además, para generar mayor confusión sobre sus intenciones y rufianescos modos de proceder, Meréé decide responder a Erguida. Entre mas grande la mentira mas gente se la cree, reza el rufianesco refrán de la política. Nos invita a una lucha de frontera interior-exterior, cuando en verdad está interesada en apoyar a José Roca en su lucha de fronteras interior-interior.


Epilogo

Al igual que con el caso de los otros anónimos, las defensas anónimas de lo público no hacen otra cosa que continuar con la fractura de la posibilidad de la ciudadanía, es decir, alinearse con el propósito principal del orden económico mundial vigente. Se enfocan estrictamente a la manipulación de la opinión, como si por el hecho de ser anónimos no defendieran intereses institucionales y burocráticos muy específicos; en verdad, intentan ganar adeptos para sus propias luchas internas de repartición del poder y lo que temen es hablar a nombre propio en favor de sus propios intereses, porque es impopular y contraproducente para sus aspiraciones de ascenso político, social o institucional (además de evita las «retaliaciones»).

Resulta reflejo de lo precario que un curador permita la defensa anónima de su gestión. Es una estrategia rufianesca inaugurada por Cerón, a través del silencio en torno a su padrino o adulador público, el tal «García». Creo que José Ignacio Roca está él mismo en obligación de aclarar sus relaciones con la «artera» Mery Bun y de ventilar los obstáculos que tiene dentro de la BLAA para ejercer la curaduría con toda «libertad». Como curador, y funcionario asimilado al caso del servidor público, eso es lo que se espera de él. Si José Ignacio Roca, después de tantos años, no ha logrado hacerse escuchar por los miembros conservadores de los comités internos de la BLAA, tal vez se encuentre él mismo en el «búnker equivocado». Tal vez los artistas «progresistas» requieran de alguien que sepa representarlos mejor en el interior burocrático de las entrañas del «rufián» o del temeroso del «rufián». Tal vez le ha faltado temple; tal vez no ha querido librar la lucha y vive de la publicidad de decir que sí la ha librado.

¿Por qué se cree que son sólo los artistas los llamados a hacer sacrificios?

Pablo Batelli