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De hecho, me pregunté en las razones que llevaron al Estado local a negociar con los propietarios de Lia Lab. Quiero decir, si ese sitio ya ha demostrado con creces su versatilidad para recibir muestras de arte, proyectos de tesis y simulacros de ferias con una sola galería, ¿fueron esos los criterios de contratación que llevaron a decidir que allí habría de funcionar la viajera Galería Santa Fe?

Lia

Lia Lab, (Bogotá), calle 12b N. 2-71 (barrio La Candelaria), teléfono:
(571) 2843913, e-mail: lialaboratorio@gmail.com). Según tweet de @esferapublica, allá continuará la peregrinación hacia ninguna parte de la Galería Santa Fe. Como puede apreciarse en la fotografía, en esta zona sí hay gente.

Pues sí, me caí de la cama. Por descuidado. Por andar pensando en lo que no me interesa. Como el futuro de la primera sala pública de arte de una ciudad cuyo secretario de cultura parece que será reelegido por tercera vez, por seguir haciendo lo único que sabe hacer: trabajar excesivamente quién sabe en qué.

Entonces, decidí levantarme y revisar mis aplicaciones a cada convocatoria del Distrito y el Ministerio de Cultura. Tras verificar que no había ganado, tomé mi cámara y salí por unas fotitos de la última sede de la mítica galería. Mientras caminaba hacia allí pensaba en los veinte millones mensuales que se tragaba la casita de los pinos. En que en Lia Lab sí podrían montarse –con dignidad- propuestas de arte contemporáneo. Que ya los artistas no desfallecerían tratando de conciliar un espacio insufrible con un presupuesto generoso. Que los aspirantes al Premio Luis Caballero no seguirían jugando a que les gustaba la sede anterior y este año sí trabajarían en serio. En que no faltaremos los quejosos por lo lejos que la sala quedará de la estación de Transmilenio. En que ese sitio ya recibió el bautizo del arte contemporáneo por parte de un señor Obrist viajero transatlántico atrevido y despistado. Y en qué iban a hacer los galeristas que decidieron sembrar de galerías el barrio de Flora Arts+natura.

Bueno, y en que quizá no debían ser necesarios dos años y una pelea entre Gerencia de arte y artistas que hacen preguntas para que sepamos  a cuánto ascenderá el pago del Estado por el alquiler de ése lugar (Y qué proporción de él no se podría utilizar porque sus paredes deben ser preservadas o cuánta área será inutilizada como depósito-parqueadero o cualquiera de las cosas que suceden cuando se firma un arriendo donde el arrendatario “parece” haber sido súper-bien-respetado en su buena fe).

De hecho, me pregunté en las razones que llevaron al Estado local a negociar con los propietarios de Lia Lab. Quiero decir, si ese sitio ya ha demostrado con creces su versatilidad para recibir muestras de arte, proyectos de tesis y simulacros de ferias con una sola galería, ¿fueron esos los criterios de contratación que llevaron a decidir que allí habría de funcionar la viajera Galería Santa Fe? Desde hace mucho tiempo, los amiguis y enemiguis de los espacios-independientes saben que son los encargados de resolver la agonía que implicó la transformación de la sala del segundo piso del Planetario Distrital en una oficina con vista divina y sillas que nadie puede usar. Todos reconocen que mientras la casita naufragaba tranquila en su jardín con caminitos de piedra y su grafitito fluorescente fueron ellos los encargados de mantener vigente con proyectos desiguales la noción de arte contemporáneo en Bogotá. Así entonces, por qué no se decidió hacer con ellos los mismo que con Lia. O mejor, cuántos de ellos hicieron parte de la discusión que terminó por favorecer a Lia. No es cualquier cosa operar un año como espacio privado de arte y al siguiente convertirse en la principal galería pública de la ciudad.

Extraña forma de agradecer la del Distrito con quienes se metieron de lleno a mantener activo un campo artístico defraudado por el desaire administrativo. Al hecho de saber que nunca jamás harán parte del top anual de La Silla Vacía, por lo menos este año tampoco verán  incrementos substanciales o mayores comodidades  por haber posicionado los lugares donde se desempeñan. ¡Sigan adelante compañeros, (encontrémonos en Lia)!

 

–Guillermo Vanegas