Arte ≠ Vida

Si la exposición Arte ≠ Vida es interesante, el montaje promiscuo deja mucho que desear, pues obliga a los espectadores a aglomerarse en un espacio que si bien es amplio, por la cantidad de objetos dispuestos en esta ocasión en sus paredes y paneles, queda pequeño y constriñe la percepción y comprensión de lo que se pretende contar. (Inexplicablemente la Casa Republicana, un espacio expositivo excepcional del Banco de Republica, lleva seis meses sin albergar ninguna exposición en sus amplias salas, pero más increíble aún es que no se haya aprovechado este espacio cesante para hacer más interesante la exposición Arte ≠ Vida. De la misma manera la Fundación Gilberto Alzate Avendaño no aprovechó sus convenios con la Biblioteca Luis Ángel Arango para aprovechar este espacio y realizar un montaje más respetuoso con los artistas que participaron en el Salón de Arte Bidimensional, así algunos de los equívocamente seleccionados no lo merecieran).

Deborah Culllen ha convocado un grupo de artistas internacionales que decidieron cambiar los materiales de expresión tradicionales del taller del artista por los materiales que el taller de la vida social nos ofrece generosamente a todos y todas por igual. El Museo de Arte del Banco de la República ha dispuesto el piso segundo para este encuentro rememorativo que vuelve a actualizar problemáticas sociales y políticas no del todo olvidadas. Rememorativo porque nos indican que algunas de las situaciones que se denuncian en algunas de las acciones plásticas seleccionadas, se pueden estar replicando en otros contextos de manera más cruel y agresiva, pero pasan desapercibidas debido a que lo que en los años setenta y ochenta fue acontecimiento hoy es pesada cotidianidad.

La muestra tiene interés para la ciudad. Como se recordará, Donald Judd es quien hace un uso técnico de este término en su polémica con Clement Greenberg en torno a la calidad que éste último le exigía a los productos artísticos. Si el trabajo del artista, sostiene Judd, es interesante, cumple a cabalidad con las expectativas que ha generado la generación que llega a su juventud en los años sesenta del siglo XX: el arte por sí mismo deja de ser interesante. La exposición cubre los últimos cuarenta años del siglo XX, acotados diversamente por artistas que hoy cuentan con un amplio reconocimiento internacional: Helio Oiticica, Alfred Jarr, Lotty Rosenfeld, María Teresa Hincapié, Marta Minujín, Lygia Clark, Ana Mendieta, Regina José Galindo, Alberto Greco, Santiago Sierra, Jacobo Borges, María José Herrera y Mariana Marchesi (Tucumán Arde), Guillermo Gómez-Peña, Alfredo Jaar, Leopoldo Maler, Tania Bruguera, entre muchos otros que aún hoy en día asumen el peligro de pensar en lugar de adular a los tiranos que reinan en las instituciones autosostenidas por el capital.

Sin duda los artistas documentados en la exposición son interesantes y esta es una oportunidad que tenemos los/las bogotanas para recordar cómo fue nacionalizado en cada uno de los países latinoamericanos el interés que manifestaron los artistas posminimalistas por  problemas concretos, vitales, en los cuales se arrojaron a partir de los años sesenta del siglo XX. El interés de Cullen son las acciones plásticas, recurso expresivo mediante el cual los artistas vuelcan su mirada hacia la carnalidad de unos cuerpos que cohabitan conflictivamente con marcas y signos sociales. Esta fue una relación que pasó desapercibida para muchos artistas modernos porque el cuerpo como lugar de conflicto estuvo siempre el margen de sus inquietudes estéticas, orientadas éstas más hacia la adulación del modelo individualista en acenso que a la crítica de la sociedad que logró acomodarse y sacar provecho de esta ideología. Por esta razón, cuando hablamos de arte contemporáneo, hacemos referencia a esa manera de arriesgarnos al encuentro con otros y otras cuyos cuerpos igualmente padecen sus respectivas marcas y nos convierten en seres peligrosos.

El registro en video o fotográfico de una acción plástica no permite apreciar la experiencia del espacio público que muchos de los artistas realizan con el propósito de romper la cotidianidad y hacerla real mediante su intervención. (Cotidiano es todo aquello que nos da pereza reflexionar y se las arregla para pasar por real). Uno y otro son medios que traicionan el pensamiento pues ningún registro puede recoger el conjunto de signos y emociones que relaciona un artista durante una acción plástica. Por lo tanto, estos registros sólo deben tomarse como testimonio de un acontecimiento que no podrá repetirse y que si bien no puede olvidarse, su valor es histórico y antropológico. Sólo en las/los artistas que no se dejan absorber en las formas caducas que constriñen la cotidianidad, sus acciones pueden reivindicar valor estético, en el sentido de emancipación más allá de las ideologías que buscan atrapar a los incautos. El registro documental es una actividad secundaria con respecto a la acción emancipadora del artista. Algunos de los registros dispuestos en la exposición Arte ≠ Vida traen al pensamiento del espectador una idea quizá equivocada de estas acciones: ingenuidad sin pensamiento. La ingenuidad que debe caracterizar al artista debe entretejerse con la producción de pensamiento que le proporciona su actuar.

Si la exposición Arte ≠ Vida es interesante, el montaje promiscuo deja mucho que desear, pues obliga a los espectadores a aglomerarse en un espacio que si bien es amplio, por la cantidad de objetos dispuestos en esta ocasión en sus paredes y paneles, queda pequeño y constriñe la percepción y comprensión de lo que se pretende contar. (Inexplicablemente la Casa Republicana, un espacio expositivo excepcional del Banco de Republica, lleva siete meses sin albergar ninguna exposición en sus amplias salas, pero más increíble aún es que no se haya aprovechado este espacio cesante para hacer más interesante la exposición Arte ≠ Vida. De la misma manera la Fundación Gilberto Alzate Avendaño no aprovechó sus convenios con la Biblioteca Luis Ángel Arango para aprovechar este espacio y realizar un montaje más respetuoso con los artistas que participaron en el pasado  Salón de Arte Bidimensional, así algunos de los equívocamente seleccionados no lo merecieran).

Ahora bien, la prótesis conceptual de la cual Cullen se vale para evocar sus inquietudes históricas es interesante y muy sugestiva: Arte es diferente a Vida, pero no tan diferente: viejo conflicto conceptual que tiene en Oscar Wilde a uno de sus teóricos más representativos. No se dice mayor cosa a este respecto, pero ni el artista o la curadora deben decirlo todo, so pena de caer en pedanterías antipáticas. A cambio, esta relación conceptual entre Arte y Vida nos deja mucho que pensar. Los artistas latinoamericanos de la época que cubre la exposición están más acá de la vida, lo suyo no está en un más allá donde la vida se confunde con la muerte. Su interés consiste en interpelar los procesos sociales puestos al servicio de una aristocracia comercial sin mundo conocido, la cual sólo piensa en su lucro personal. Llama la atención que aparezca dentro de los artistas convocados sólo María Teresa Hincapié y María Fernanda Cardozo en representación de Colombia. ¿Se nos quiere decir que tarde las/los artistas colombianos comprendieron el giro contemporáneo en las artes que se dio durante la década de los años sesenta, y que para no dejar sola a la divina María Teresa, se la hizo acompañar de María Fernanda?

Finalmente, es notable la respuesta de la ciudadanía bogotana a esta exposición. En varias ocasiones la visité y en diferentes horarios, y siempre encontré la Sala colmada. Bogotá cuenta con un público culto que valora estos ejercicios curatoriales y le está sacando gusto a participar en la cultura que se gesta en estos lugares, incluso a pesar de la aridez  museográfica de Arte ≠ Vida, la cual fue necesaria para la mayoría de los registros, pero que pudo haberse mejorado si se hubieran incorporado otros espacios para el montaje de registros que tienen además de un interés antropológico, valor artístico y estético, como los de Hincapié, Oiticia, Mendieta y Sierra, Maler, entre otros. He insistido en varias ocasiones en que estos espacios expositivos deben ser amables con los espectadores, aglutinarnos como en una estación o un vagón de Trasmilenio no es nada gentil. Por supuesto, esta vez no fueron dispuestos catálogos para no tener que acondicionar una sala de lectura para aquellos que muestran vivo interés por lo mostrado por los artistas, que los hay, así muchos no logren salir de su escepticismo.

4 comentarios

Apartandose de lo curatorial, lo increible de la diferencia Arte/Vida, se da precisamente en el dia a dia, a finales del 2010, Fernando Gomez de EL TIEMPO, escribia:

Los restos*

En este país, los artistas no necesitan guardaespaldas. Los asesinos más notables -las Farc, los ‘paras’, los narcotraficantes- apenas saben leer y escribir. Su bagaje cultural es peor que el de un salvaje y esa realidad ha sido una fortuna para todo un grupo de artistas que sistemáticamente han registrado todas las atrocidades que pasan en Colombia.
(…) En Colombia -con excepción de la esposa de Pablo Escobar, que acumuló varias obras de Fernando Botero, Ricardo Gómez Campuzano y Luis Caballero-, los criminales y sus familias no se interesan por el tema. No lo entienden y no les importa. En los allanamientos de las propiedades más ostentosas de narcos y ‘paracos’ siempre se ha encontrado una sobredosis de obras vulgarmente falsas o sobrevaloradas. Los nombres de artistas como Juan Fernando Herrán, Doris Salcedo o Miguel Ángel Rojas no les dicen nada; para ellos -para el grueso del Mal en Colombia- son nombres tan anónimos como los de los campesinos que masacraron en una vereda perdida.

La pregunta sería, en qué universo paralelo, tal articulo se relacionaría con lo que pasa en realidad con el Arte en Colombia? El asunto es que el grueso del MAL en Colombia desconozca de arte, no es mas preocupante que El Bien (poniéndolo en conjuntos como lo hace este periodista) tambien permanezca ignorante? donde queda el artista? como entiende la relacion o la distancia Arte/Vida alguien como este senor Gomez, y de acuerdo con lo que usted escribe, llama la atencion que en esta exposicion solo esten estas dos artistas colombianas…deberiamos agradecer que los artistas en Colombia, segun el no necesiten guardespaldas?

*Los restos >
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-8570861

Isabel Kristina:

Su intervención es perspicaz, pues se ha percatado no sólo de la ingenuidad con la que habla el periodista de El Tiempo. Usted hace notar algo más importante: la ignorancia de quienes “orientan” la opinión pública. No sabemos en qué país habita el periodista, es probable que escriba desde España. Pocos ignoran que aquello que piensan los/las artistas colombianas, y el cómo lo expresan, no es de interés para “el grueso” de nuestra población: Juan Fernando Herrán, Doris Salcedo o Miguel Ángel Rojas, no significan nada para ellos. Pero esto no es un problema ni invalida el trabajo de los artistas colombianos. Al contrario: muestra la necesidad de incentivar mucho más las prácticas cuyo propósito es pensar desde la otra orilla.

Usted ha visto bien el problema: la enfermedad colombiana no sólo afecta a aquellos alineados con el mal. Lo grave de nuestra situación es que los que estamos del lado del bien, no tenemos ni idea de lo que ello significa. En mi opinión esto es lo que más daño le ha hecho a nuestro país. Estar en contra del mal no es suficiente. Es mucho más importante comprender el sentido del bien.

Aprovecho su aporte para hablar brevemente del cómo. Este aspecto es lo que diferencia el arte contemporáneo del arte moderno, y lo que permite comprender la exposición del Museo de Arte del Banco de la Republica y aquella que aún podemos apreciar en la Galería Alonso Garcés. Beatriz Gonzáles insiste en pensar algunos elementos cotidianos para darles significación artística, para obligarlos a decir más de lo que muestran. La intención es buena y todos se lo reconocemos. Lástima que las cosas que González trata de pensar se resistan y no nos digan nada que no sepamos. Pienso que puede deberse a que el interés de la artista es claramente comercial, sus formatos así lo evidencian; su obra está pensada más para los coleccionistas que la siguen, que proyectada para abrir espacios nuevos de discusión. Este no es el caso de los artistas de los cuales se habla en la exposición del Museo de Arte del Banco de la República. La experiencia que estos últimos hacen de los problemas públicos mueve nuestro entendimiento; a partir de una meditación sobre su propio cuerpo introducen una modificación en el comportamiento de los otros cuerpos que compiten por dibujar las rutas que se cruzan en lo público.

Beatriz Gonzáles es una mujer y una artista de gran respeto en Colombia, pero ha dejado de ser un referente para el arte contemporáneo. Ensayo sinfín en la Galería Alonso Garcés es una señal para que dejemos de insistirle en un rol protagónico que ya no le queda. Su mirada aristocrática a nuestra realidad, tanto social como artísticamente, no perturba en lo más mínimo nuestro sueño dogmático.

Isabel Kristina: sin duda, Deborah Cullen debe aprovechar su permanencia en Colombia para ponerse al día. Colombia tiene artistas importantes que piensan lo público sin ningún interés comercial, lo cual es el criterio no evidente que articula su exposición.

Pero queda la cuestion esta, de no necesitar guardespaldas, será que la senora Gonzales en algun momento los necesito? y ademas que aseguraria esto, que si es inquietante lo que dicen…como para que corra peligra su vida? estoy segura de que en Colombia hay gente articulando seriamente la relacion arte/vida, estoy segura que no necesitamos de una Dictadura (en los terminos historicos que se le reconocen a paises como Argentina o chile, que valga la atencion abundan en testigos en la exposicion que uste resena aqui), los procesos que hemos vivido seguramente son los responsables de que existan o parecieran existir mas artistas que espacio para serlo.

La inocencia del arte.

Si nos salimos del mundo empírico y nos situamos en la otra orilla, con ayuda de un teórico de comienzos del siglo XX, la idea se puede plantear de la siguiente manera. La imaginación es el más peligroso de los bienes y el arte la más inocente de las ocupaciones. El artista corre peligro si su actividad no es comprendida como una actividad inocente. Para que el artista diga lo que debe decir mediante relaciones inéditas, por lo tanto, para que no requiera “guardaespaldas”, debe hacer aparecer su oficio como la actividad más intranscendental.

En el caso que estamos comentando, la imaginación se ha enclaustrado en lo sabido, se ha acomodado en lo cotidiano: se ha conformado con lo achatado por los medos masivos para incomunicar. González no tiene experiencia directa de la violencia que padece la democracia más antigua de América, sus pinturas no abren nada, la artista no asume ningún peligro. El sueño de la razón, en este caso, produce obras “bellas”. Por lo tanto, la artista tampoco requiere guardaespaldas. Su oficio es inocente, ciertamente, pero no porque que deba pasar por tal ante la inminencia del peligro. Debe pasar por inocente porque requiere vender. Esta es la cualidad que exigen los compradores de arte de nuestros días que quieren hacer «inversiones».

González no se ha percatado de que el mundo no fue lo que fue, lo que ella creyó que fue. No obstante, en mi opinión, aún es joven, pues, a diferencia de otras artistas, persiste en mostrarnos lo que piensa, aquí-y-ahora, lo cual es indicador de vitalidad.

González aún nos puede dar sorpresas, pero, repito, no es un referente importante para los artistas contemporáneos, pues estamos en una época que rechaza lo que creemos que somos, lo que nos han dicho que somos.