Artbo. La Feria del Arte. Entre el Capitalismo y el Romanticismo

Pareciera imponerse una necesidad pedagógica. Una voz incuestionable, diáfana. La voz del Sentido del arte. De su innegable filiación. Algo así como – El arte se nos es dado- . Es una variable de la ecuación de la escena del arte. Ecuación con la que José Ignacio Roca sintetiza el arte en un video promocional de Artbo en esta su doceava edición. Y damos por supuesta su existencia. Pese a la pregunta siempre flotante que aflora cuando intentamos superponerlo, no de manera superflua a los otros componentes de la ecuación. El de la mediación, el del público y el del mercado.

Los cuatro vectores de esta ecuación promocional, -dice con convicción José Ignacio Roca-  son la producción, la mediación, el público y el mercado.

El supuesto romántico es la posibilidad de un arte en las actuales condiciones de incompatibilidad que ofrecen los otros componentes con el arte, en el supuesto de que algo así como el arte pueda existir. Los componentes de la mediación, el mercado y  el público.

En un formato limpio se despeja toda duda al respecto. Estamos presenciando Arte. El formato limpio es la Feria de Arte. La mediación instituida y preformada para recibir al público y conducirlo sin ningún diletantismo.

Se organizan eventos paralelos, ferias secundarias. Barcú, Odeón, La feria del Millón. En su paralelismo no ofrecen ninguna disyuntiva salvo ser versiones pauperizadas o semi pauperizadas del glamour de la feria oficial. Eso significa que obedecen a las mismas prerrogativas y que siguen los mismos fundamentos, salvo los patrocinios y la representatividad que las acompañan.

Significan sin embargo todas ellas, las mayores y las menores, una bocanada de aire para el hombre promedio que nos habita. Una catarsis en medio del ambiente enrarecido general. Una prueba más para el talante genealógico y hermenéutico que debiera acompañarnos en cuestiones de juicio. Quizá ese entreacto político del plebiscito por la paz que ha precedido estas ferias de arte haya sido una preparación para aceptar sin más esta ecuación del arte. La de sus cuatro componentes.

En el anuncio general una voz y rostro familiar enaltece las bondades de la feria, una voz femenina que encarnando al Arte Nacional, nos recuerda la Política Nacional, y no sólo por su filiación, por su parentesco sino por el papel que le es dado representar en  pantalla. María Paz Gaviria sonríe, como si diéramos por sentada esa verdad. Y sin embargo son casi las mismas palabras y los mismos formatos que repetitivamente se van calcando de año en año, logrando establecer sin embargo cada vez más, esa línea de impecabilidad necesaria para procesar la ecuación. Se trata de la ecuación de la escena artística. Una ecuación que encarna su necesaria y persistente solidez.

Primero estarían los que hacen el arte, los que hacen factible la producción. El rol de las instituciones. Primero se habla del factor artista. Sin este componente los demás factores se desploman.

Aceptamos ese factor sin ningún atenuante y permitimos ser conducidos desde lo que pareciera ser el inicio de la ecuación.

Pero dada la actual constitución del estado del arte  el componente del artista, del creador, es superfluo e intercambiable, casi cualquier instalación y montaje curatorial podrían serle convenientes. Como patrón podría encarnar cualquier discurso. El público y el mercado en cambio,  son circunstancias en la ecuación que la mediación sabrá encajar procedimentalmente, con otras estrategias.

Es decir, el edificio de la ecuación de la escena del arte está sostenido por un elemento eje  encargado de la representatividad de todos los demás componentes. El discurso es quien se encargará en su debido momento de romantizar el hecho brutal de la desaparición de este elemento original. El que supuestamente sería el origen. Un artista y su obra. De todo esto se conservan  los nombres y su representatividad. La mediación. Por eso su cercanía con la Política. Porque la mediación sigue de cerca el accionar de una Democracia, desde su inicio más purista hasta su descarnado aparecer como una mutación en el capitalismo más salvaje de los últimos tiempos.

La producción como eje original, o como el elemento que haría posible esta ecuación es en realidad una ficción. Un elemento prescindible. Románticamente se lo sigue considerando pero por razones prácticas que poco a poco se irán depurando hasta quedar supeditado a la gestión  de los otros factores, como los más determinantes de la escena, la mediación, el mercado y el público.

Un ejemplo. En pantalla, la presentadora directora en primer plano con el artista ganador de un risible primer puesto. El Premio Oma al Arte Colombiano. María Paz Gaviria sonríe al también sonriente José Alejandro Restrepo. Risible en cuanto al valor económico con que ha sido premiado. Risible y burlesco en cuanto a la devaluación que produce este premio en la ecuación sobre el valor simbólico del Arte. No así quizá su valor económico. Ya que se trata de una feria mercantil. Artista y presentadora sonríen. La escena artística se solidifica. Se transforma en una reja de la que es inútil poder escapar. En realidad no es deseable.

Me pregunto por la poeticidad de ese teatro. Del homicidio como dibujo. Y si valdría la pena. La reducción a vector prescindible. De ese teatro del asesinato. Sí, quizá hemos alcanzado el deadline. Y a todos nos sea viable pisar esas paredes cuaderno que encierran a los asesinos del Arte.

En el caso de que probemos su existencia. La existencia de la producción, la existencia del artista, la existencia del arte, corroboramos que encaja sólo por su estilización, por ser ese componente romántico todavía necesitado. Por otro lado su valor real, y también monetario se han reducido hasta su mínima expresión. Y prevalece por sobre su acción y su poder, la mediación, quién vela por sus intereses. Los intereses del mal llamado creador de obra.

El eufemismo es hablar de la necesidad de un público. El público es inexistente. En cuanto que, siempre habrá público, esa curiosidad hecha masa, necesaria para alimentar la necesidad de la mediación. Se dice que ese árbol caería en el desierto si no es por un público que lo asiste, pero que este público no podría encontrar ese árbol sin la guía de la mediación. El árbol que cae y nadie  escucha- dice Roca- no existe,  “La vieja discusión sobre si un árbol que cae en la mitad del bosque hace ruido o no hace ruido puesto que no hay nadie que lo oiga y el ruido se produce pero también se produce en el momento en que es oído nos lleva a la cuestión de la mediación”. En realidad el público complementa la densidad de la inexistencia del arte y es un fantasma más, para hacer prevalecer todavía la ecuación.

La escena artística es una fantasmagoría. Necesitada de espectros. El público, el artista. Necesitada de una argucia argumentativa, esta ecuación a la que podrían añadirse otros vectores, si fuera necesario. Público y artista son caballeros inexistentes vestidos con trajes que cubren su inane solidez. Ella sabrá encontrar los mecanismos para dar con el mercado. Para justificar cualquier reconversión.

En el orden actual, ¿Hasta qué punto puede prevalecer el Arte, la Democracia?

 

Claudia Díaz, octubre 30 del año 2016

 

 

3 comentarios

Poco o nada tiene que ver el título del texto con lo consignado en él. No se como alguien pueda decir que es un buen texto (se referirá a que esta bien escrito?, con ritmo? buena ortografía? o sintaxis?. de pronto. Puesto que en realidad es un texto tonto, que quiere proyectar lo que aqui se hace en materia de mercado y de oferta cultural como algo menor, «pordebajiando» todo, y planteando un galimatias, por la confusión de las ideas.
*Con seguridad le digo a la autora del texto que existe público y no se comprende de que eufemismo habla.

Y mas aún, a mi me parece el texto no solo tendencioso y destructor, si no confuso, estoen en cuanto a planteamientos, que buscan ponerven conflicto a los diferentes componentes del sistema, si no a otros aspectos de carctar confuso: Llama la atención, por ejemplo, cuando se refiere a un premio que se otorga en la feria artBo, del que dice ser «risibe en cuanto a la devalución que produce … en la ecuación sobre el valor simbolico del arte»???..

Está un poco desfasada la autora de la crítica. Alejandro Restrepo fue Premio Oma 2015. Este año fue otorgado a Leyla Cárdenas.