Arquitectura arrogante

Odinsa, vestida en Eldorado de Opaín y ahora para la 26 de Confase, propone, con proyecto de su arquitecto Giancarlo Mazzanti, invadir el Parque de la Independencia y apropiarse del Quiosco de la Luz. Y los arquitectos, tranquilos.

El IDU cambió, y ahora, en lugar de contratar primero el diseño y luego la construcción, licita la construcción sin diseños y entrega un anticipo, con una somera descripción del objeto contractual. Luego, el contratista se encarga de agrandar el tamaño y el valor de la obra, y todo se resuelve mediante un otrosí, o una cadena de otrosís. Pasó con Eldorado, con el Transmilenio por la Séptima, con el puente de la Cien, ahora en la 26 y quien sabe en cuántos más. Esta forma de contratación nos dejó como herencia la calamidad “Nule”, y ahora, además, está a punto de dejarnos sin otro pedazo del Parque de la Independencia.

Contratista y arquitecto debían construir un parque sobre el túnel de la 26 que sería el Parque Bicentenario. Sin embargo, por cuenta de esta modalidad de contratación, sumada no sé si a la ignorancia o al desprecio por la historia por parte del arquitecto, o del instituto experto en historia que debería ser el instituto para la conservación del patrimonio y la cultura, IDPC, o de todas las anteriores, acabamos ante una lógica particular.

Una lógica según la cual al arquitecto no le pareció suficiente para pasar a la historia, un “parquecito” sobre una vía, como tampoco le pareció suficiente para llamar la atención de las publicaciones internacionales, ni para impartir conferencias en las que pudiera presentarse como un gran revolucionario salvador que “recuperó” un viejo edificio, el Quiosco de la Luz, una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos.

Tuvieron que ser los vecinos del parque quienes reaccionaran ante el bandolerismo arquitectónico con el cual el contratista y su arquitecto están a punto de cercenar nuevamente el Parque, después del recorte para dar paso a la 26 de la ya olvidada administración Mazuera. Y los arquitectos, es decir, la Sociedad Colombiana de Arquitectos, ni así.

A cualquier observador interesado, le propongo ir al parque antes de que sea demasiado tarde, y corroborar si quienes nos molestamos por esto exageramos, o si quienes se equivocan son el arquitecto y sus aliados en el asalto.

Si acepta, antes de la visita, observe con atención este plano, suministrado por el IDU en respuesta a un Derecho de petición. El plano contiene una propuesta cuya definición más simple sería la de un parque duro, sin pasto y sin árboles, lleno de flores y vegetación típica. Una propuesta que en otro lugar de la ciudad podría ser una fantasía, pero que en este sitio no pasa de una necedad en el lugar equivocado. Además, una propuesta sin licencia por parte de Planeación Distrital, con el doble de área necesaria, y con el doble de honorarios “causados”.

Si como persona interesada en opinar sobre lo que pasa en la ciudad, comparte el jucio según el cual esta supuesta gran arquitectura urbana no es más que una ligereza arquitectónica, considere ahora la ligereza administrativa mediante la cual, en respuesta a otro Derecho de petición, el IDPC y el IDU, a través de un documento sin fecha y otro fechado 3 de mayo, invitan a ver los “ajustes” al proyecto, el 1 de junio.

El director del IDPC: “Conociendo el interés que el Proyecto Parque Bicentenario ha generado en la comunidad de los barrios la Macarena, las Nieves, Centro Internacional, Bosque Izquierdo y Torres del Parque, la invitamos a una reunión para la presentación de los ajustes del Proyecto, donde se han tenido en cuenta varias de las recomendaciones dadas por la comunidad, el próximo miércoles 1 de junio de 2011, en las instalaciones del Centro de Documentación del Instituto Distrital de Patrimonio, ubicado en la Calle 13 # 2-96 a las 3:00 pm. En esta presentación se informará sobre los antecedentes del proyecto, su concepción y aporte a la ciudad.”

La directora técnica de construcciones del IDU: “Ahora bien, respecto a la solicitud de audiencia pública, en la cual solicita se presente de forma detallada el actual diseño propuesto del Parque Bicentenario y con el fin de aclarar la totalidad de inquietudes respecto al tema en asunto, nos permitimos invitar a la presentación formal de los mencionados estudios, según actividad a realizarse el día 1 de Junio de 2011 a las 3:00 PM. en las instalaciones del Instituto Distrital de Patrimonio y Cultura, entidad localizada en la Calle 13 No 2-58.”

Aunque las direcciones no coinciden exactamente, a la 13 con segunda cualquiera llega, si quiere ir, el “próximo miércoles 1 de junio”, para una obra que debe estar terminada antes de la inauguración del mundial de fútbol Sub-20. el 29 de julio de 2011.

Y “el actual diseño propuesto” para un proyecto que no se puede presentar inmediatamente porque no tiene licencia y está en proceso de ajuste, en plena obra.!Ave María!, !Hágame el favor!, !Echeee!, póngalo como quiera; cuando uno va y ve, en el sitio, lo que están por hacer, queda petrificado.

Los involucrados en este baile: contratista, IDU, IDPC y arquitecto, necesitan ganar tiempo para ajustar las cargas, o para modificar el diseño, o para acabarlo, o para conseguir aprobación, o para llegar a un punto de no retorno. Sea como sea, estamos a punto de pagar por ello un alto precio.

Se trata de un robo espacial y un desprecio por lo existente que constituye un barbarismo cultural. Querer evitarlo nada tiene que ver con oponerse a la contemporaneidad, y menos a una arquitectura innovadora o revolucionaria. Quienes en esto andamos, esperamos y exigimos aprecio y cuidado con lo existente. Esperamos además que el nuevo parque sea una maravilla que se beneficie por estar al lado de otra arquitectura, llámese histórica, patrimonial, o simplemente vieja.

!Respeten, por favor!

Juan Luis Rodríguez

publicado originalmente en Torre de Babel

 

Fuente imagen: IDU

 

11 comentarios

Estimados lectores

Mi amigo Juan Luís Rodríguez nos propone en esta oportunidad un artículo muy sugerente y pertinente (me parece pertinente discutir una intervención en un lugar tan importantes y simbólico de la ciudad), sin embargo, creo haber detectado algunos flancos descuidados en su argumentación.

En primer lugar, sería necesario seguir creyendo en la «Teoría de las Conspiraciones» para aceptar como razonable la argumentación de Juan Luís. Una conspiración en la que estarían involucrados: Opaín, IDU, IDPC, SCA y Giancarlo Mazzanti.

Si el argumento quisiera ir en esta dirección (y me parece legítimo que así sea) me parece que cualquier afirmación que no esté fundamentada en el examen y exposición de documentos concretos no pasa de ser una opinión. Y si esa opinión es una acusación, no pasa de ser una ligereza.

Si efectivamente hay un «asalto» como nos quiere convencer Juan Luís, a mi me hacen falta documentos, pruebas, datos concretos que efectivamente nos muestren que hay una conspiración orquestada entre las partes implicadas en el asunto.

Esto me parece particularmente delicado porque la crítica como instrumento de denuncia (un instrumento que me parece valiosísimo en las sociedades democráticas) queda en entredicho, se desgasta y pierde efectivadad si quien la ejerce no aporta las pruebas que sustentan su denuncia.

Esto lo saben, por manual, los periodistas que se dedican al periodismo de investigación.

Expresadas mis preocupaciones sobre este primer nivel de significación del argumento, debo decir que hay al menos otra cosa más que no me gusta.

Se puede expresar de la siguiente manera: no se pueden revolver peras con manzanas.

Me explico.

Se trata de una crítica al oportunismo de Opaín o a la ineficacia de la Administración Pública representada en el IDU y la IDPC?, Se trata de una crítica a la irrelevancia y al silencio complaciente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, o al modelo de contratación que pone a los arquitectos a trabajar para unos contratistas que históricamente han demostrado desconocer el significado de la palabra ética? O, finalmente, se trata de una crítica al ejercicio profesional de un arquitecto, que a estas alturas y con tantas condiciones estructurales impuestas no se le puede acusar más que de ser un esclavo de sus propias circunstancias?

Cualquiera de las anteriores me parece interesante como campo de indagación, sin embargo, en un texto tan breve como el que nos presenta Juan Luís, no se puede pretender hacer una crítica de todas las anteriores sin correr el peligro de que la crítica se torne superficial.

Hemos tenido muchas conversaciones con Juan Luís, con quien nos une una amistad fraternal, y en nuestras conversaciones aparece con mucha frecuencia la necesidad no sólo de escribir una nueva historia de la arquitectura colombiana (la que está escrita es un edificio totalmente agrietado y mal construido), sino también sobre la necesidad de ejercer una Nueva Crítica en la que, entre otras cosas y por norma general, los nombres propios estén siempre al pie de página. Sin embargo, en esta oportunidad, esta condición ha sido violada intencionalmente.

Me parece innecesario -dado el contexto que nos dibuja este artículo- apuntar con el dedo acusador a Mazzanti, quien como hemos visto, a mercer de la voracidad de los privados, frente a la inoperancia de los organismo estatales, sin el respaldo del gremio y con un modelo de contratación que lo convierte en empleado del contratista, trata de hacer arquitectura por entre las fisuras de un corsé cada vez más apretado e inmovilizante. 

Me parece que hay cruzadas más nobles y urgentes y están sugeridas en el propio artículo.

Pensar que Mazzanti es el malo de la película es una distracción.
Y además, en cualquier película, cuando un malo es muy malo, uno termina por no creerse el personaje. 

Light, copión, tropicaloide, revistero, farandulero, oportunista… ¿De cuántas cosas más vamos a acusar a Mazzanti?  A esta altura está convertido en un verdadero demonio de la arquitectura en Colombia. Mazzanti «El Coco».

Con ánimo disciplinar y mostrando una posible salida crítica, me hubiese gustado que en el artículo se discutiera el problema de la historia y el tiempo de ese lugar -sin prejuicios conservacionistas- para preguntarse: Qué significa intervenir en el Parque de la Independencia? y desde las posibles respuestas a esta pregunta juzgar el proyecto en construcción.

Me gustaría conocer el significado de algunos términos propuestos por Juan Luís como «ligereza urbanística» o «ligereza arquitectónica». Qué quieren decir en este caso particular, en dónde reside esa ligereza y cuáles son sus síntomas.

Me gustaría saber por qué: «cuando uno va y ve en el sitio lo que están por hacer queda petrificado». Creo que esta sola frase da para todo un artículo que nos hiciera recorrer imaginariamente y a través de una descripción, la aberración inenarrables que está por construirse.

También habría agradecido el ahorro de ciertos clichés, aunque se hayan usado como ironias. Hasta cuando seguiremos con el discurso en contra de las «publicaciones internacionales», que mientras más internacionales más perversas y sospechosas. Hasta cuando vamos a explicar un mal proyecto por el afán de su arquitecto de «pasar a la historia e impartir conferencias» (en el extranjero, seguro) para presentarse como un «salvador».

Estimados lectores, después de leer el artículo que nos presenta Juan Luís, no pude hacerme a una imagen del proyecto en el lugar, no supe que pasó con el kiosko de la luz, tampoco del destino de los viejos y peligrosos árboles, no entiendo qué es lo que está tan mal, ni por qué debería apoyar a Juan Luís en su cruzada contra un proyecto que debería merecer nuestro desprecio y desaprobación.

Yo propongo: peras con peras y manzanas con manzanas.

De este artículo pueden salir muchos más, que situen la discusión en campos relacionados pero diferenciados: Así, se podría escribir una crítica que sitúan el proyecto en el campo de la ética, otro que lo hace en el campo del derecho urbanístico, otro más en el campo gremial, y otros en el campo del proyecto urbano y/o del proyecto de arquitectura.

Esta diferenciación me parece urgente para saber hacia donde y por qué razones específicas apuntar con nuestro dedo acusador.

Hugo Mondragón L.

Yo no se que tan especializado es este espacio y como no soy arquitecta, no puedo ni meter baza. Releo el articulo del arquitecto Rodriguez. No leo tan claro que haya una acusacion. Si veo claro que hay una camorra con el senor Mazzanti por la ideologia que materializa en sus diseños. Esto seria interesante que lo explicitaran mejor ustedes los expertos.

Hay si una linea adicional en el escrito sobre la cual interesa llamar la atencion: implicito está el senalamiento a una forma de hacer politica publica en la ciudad de Bogota, mero concentrado del pais.

Megaobras que afectan a toda la ciudad, con nuestro dinero señores, sin informacion, sin debate, sin rendicion de cuentas, sin condiciones para la veeduria y la participacion ciudadanas, utilizando procedimientos opacos, como antitesis de transparentes. Cadenas de decisiones publicas, porque se han hecho desde el Estado y nuestros recursos, han antecedido a una obra como esta en cuestion. Varios alcaldes han pasado por este sistemita hasta llegar donde estamos: con mas de veinte metros de Parque tasajeado, 147 arboles mochados, algunos patrimonaliales, y sin diseño final. Con el famoso Quiosco de la Luz asediado por hierro, cemento y tubos que han penetrado la tierra por debajo… hasta se podria «caer» como la palma de cera y como los vidrios del Edificio Embajador que «se rompieron».

Más, fragmentacion ad aeternun de los contratos, intemediaciones en cadenas de familiarismos, amiguismos, clientelismos. 

Algo parecido a lo que pasa en el campo de la salud. Es el modelo que nos hemos construido en estos años.

 

Yo no creo que el profesor Rodriguez esté haciendo juicios ligeros, y contrario a lo que dice el comentarista anterior, me parece que si está ofreciendo argumentos. No se que signifique aportar pruebas, en un debate de este tipo (no creo que venga al caso que Juan Luis deba escanear contratos y montarlos en este espacio)
Para nadie es un secreto que en este país, lo menos importante a la hora de contratar una obra pública son los diseños, eso lo vivimos a diario los arquitectos, y casos hay todos los que se requieran (el aeropuerto, por ejemplo.)

Otra cosa que tampoco es un secreto, es el débil trabajo de curaduría que se hace para los proyectos más significativos y de mayor impacto en la ciudad. Por un lado, si se trata de una intervención en sector histórico, la antigua Corporación La Candelaria hace muy poco. Si realmente cuidara por el patrimonio, el centro no estaría tan «mal tratado». La respuesta que generalmente tienen ante esto, es que no hay herramientas eficaces para hacer un mejor control. Y si la entidad encargada de aprobar ya no es el Instituto de Patrimonio, entonces será una curaduría urbana quien intervenga, y bueno, nada que decir porque los arquitectos sabemos muy bien que las curadurías lo que menos hacen es «curar» ni fomentar una mejor ciudad ni nada de eso que para la mayoría son solo palabras bonitas, sino solo les interesa cobrar sus expensas. Todos conocemos cuan millonario puede convertirse un curador urbano. (se requieren pruebas?)

Entonces, recapitulando, el debate planteado por Juan Luis lo veo totalmente apropiado, y justificado. Porqué una obra de tal importancia se asigna a dedo? Qué mecanismos se han utilizado para garantizar transparencia en la asignación «a dedo» y para garantizarle a la ciudad que será un buen proyecto?

Creo que la discusión planteada no es una de índole académica, y probablemente ni siquiera arquitectónica, pero es totalmente pertinente, dadas las actuales circunstancias que afectan el desempeño adecuado de nuestra profesión. Cada vez la ciudad está más en manos de la especulación, de los corruptos, de los intereses oscuros, y ni siquiera los concursos son prenda de garantía para que la ciudad pueda esperar una buena obra pública. (si se necesitan pruebas, está fresco el convocado para la alcaldía de Usme, que ya ha mostrado movimientos sospechosos y actuaciones poco correctas.)

Considero que en lugar de exigir rigor científico al escrito de Juan Luis, creo que hay que debatir sobre lo que el está planteando. El caso particular es, esta vez, el parque del bicentenario, pero el llamado de atención del autor creo que va más allá, y nos compete a todos los arquitectos -sobre todo los que no jugamos con carruseles y cosas de esas- le compete a la arquitectura como disciplina, y nos compete como gremio, cosa que de por sí ya ni tenemos.

Bien Hugo, me alegra que podamos empezar algo que pueda llegar a llamarse un debate. Estaba esperando que apareciera en El Espectador este artículo escrito por mí Menos Bicentenario y más Independencia. Sabía que vendría acompañado de una respuesta del contratista, y necesitaba ver si había algo nuevo que me obligara a cambiar de opinión o a tener que rectificar algo. Todo sigue igual. Dice Confase que “sí hay diseños”, que los hay “desde julio de 2010″, y que “respetan” la propuesta de Salmoma. Diseños claro que hay; el problema es lo que proponen. También es un problema, porque es falso, que estos diseños tengan algo que ver con el planteamiento de Salmona. Además, está el hecho de no tener licencia.

Respondo a algunos de sus reclamos acerca de lo que hago y dejo de hacer en mi “sugerente, pertinente y descuidado” texto, Arquitectura arrogante, en defensa del Parque de la Independencia. Comencemos por aclarar que me opongo al proyecto de Giancarlo Mazzanti para el Parque del Bicentenario porque considero que maltrata el Parque de la Independencia. Defiendo un espacio patrimonial de Bogotá, y para ello hablo negativamente de un proyecto de arquitectura. Las cuestiones legales, políticas y económicas son accesorias. Si estuviera aprobado o fuera diseñado por cualquier otra persona, me opondría igual.

Ante la eventual falta de claridad de mi parte en la formulación del problema, copio lo que escribí en el artículo: “El proyecto para el Parque del Bicentenario restituirá la continuidad que se perdió, hacia 1950, con el tajo que generó la apertura de la avenida 26. El nuevo parque debía cubrir el túnel, pero el proyecto vigente ocupa más del doble de superficie y deforesta una parte del actual Parque de la Independencia”. A lo cual hay que añadir: apropiándose del Quiosco de la Luz.

En lugar de sugerir una una conspiración, planteo un debate de carácter arquitectónico. Lamentablemente, el aspecto arquitectónico se entremezcla con la denuncia de una operación que ha sido manejada de manera oscura. La denuncia fue motivada por la lectura de un informe de la Silla Vacía en el que Pablo Medina le preguntó al arquitecto del parque por el proyecto en cuestión, y éste se negó a dar información, alegando un acuerdo de confidencialidad con el IDU. Consulté con un abogado y, en efecto, en un proyecto público, no puede haber un acuerdo de tal tipo. Me apoyo, además, en el resultado de una reunión formal entre los vecinos del parque y Planeación Distrital, en la cual quedó claro que en Planeación recibieron el proyecto, le hicieron los comentarios del caso, lo devolvieron, y no volvieron a saber del mismo. Esto significaría que el proyecto no tiene licencia. De tenerla, sin embargo, la prueba le corresponde al contratista. Hay que ser poco perspicaz para no entender que el IDU, el IDPC, el contratista y el arquitecto, han actuado con dilaciones frente a la comunidad, presumo que para conseguir entretanto el aval que su proyecto necesita.

Pasemos a lo importante. Me pide argumentos. Tengo un único argumento al que trato de darle vueltas como una mosca. Se resume en que la arquitectura del nuevo parque es equivocada para el lugar en el que está. Lo demás son arandelas.

Me gustaría que usted, y quienes le encuentran virtudes al proyecto propuesto para el Parque del Bicentenario, las expongan con claridad. Por mi parte, algunos de los adjetivos que he utilizado contra el proyecto son: invasivo, desmedido, arrogante e irrespetuoso. Con variaciones sobre lo mismo.

Invasivo y desmedido porque se autoasignó más del doble del área que le correspondía. Arrogante e irrespetuoso porque toma una actitud para la cual es más importante la arquitectura que llega, que el entorno patrimonial existente al que desprecia.

En otro lugar podría ser una maravilla. En el sitio en el que está, con las características paisajísticas que tiene, y por la significación cultural que arrastra, está en el lugar equivocado.

Fraternal saludo,

Juan Luis Rodríguez

Si esto es lo que están haciendo al Parque de la Independencia, es un diseño atroz! Rompe con todo guion urbano que se planteo desde mucho antes de Salmona.

El significado arquitectónico y urbano de este parque es de tanta importancia que si no se hace algo para parar este desarrollo la ciudad de Bogotá va a perder casi, se puede decir, el ultimo parque con diseño Granadino de Vanguardia y que representa la historia de Bogotá. Este parque es una joya de la arquitectura urbana de Colombia.

El diseño urbano de Bogotá se ha enfocado desde hace muchos años al interés financiero de los grandes desarrolladores que lo único que les importa es su bolsillo y no el desarrollo urbano de la ciudad. Por esta razón tenemos el gran caos que es Bogotá hoy en día. Los tratamientos urbanos nunca han tenido la influencia de la opinión pública y de sus usuarios, quienes con sus impuestos son los que pagan por estos proyectos. Por esta razón perdimos los Colombianos y especialmente los Bogotanos el aspecto urbano de la tan querida Santa Fe de Bogotá. Como ejemplo podemos mirar hacia Chapinero, Teusaquillo, y en general el fenómeno de expansión de la Sabana de Bogotá. No hay sector que se respete urbanamente, todo tiene que llenarse de concreto.

La interrelación entre la arquitectura, el espacio urbano, y su habitantes y usuarios representa un problema de relaciones que solamente se pueden solucionar eficazmente cuando existe participación. Esta participación no solo es de las entidades estatales o de la ciudad sino también de los usuarios; es así que se puede mezclar el conocimiento técnico, practico y legislativo llevándonos a una armonía urbana merecedora de los habitantes de la ciudad.

Es muy triste desde acá ver como la ciudad de Bogotá continua su paso al suicidio urbano con aun otro destrozo como lo será si el proyecto que se plantea para el Parque de la Independencia se lleva a cabo. El diseño horizontal y paralelo que se le ha dado a esta propuesta, claramente indica que el pasado y nuestra historia merecen muy poco respeto. Creatividad no indica que debemos romper con el pasado, creatividad y buen diseño es cuando nos preparamos para recibir un futuro basado en la historia, el diseño, el ambiente, y la vegetación del lugar. La carretera, la avenida, y el túnel pueden esconderse de una mejor manera para que se respete el diseño y mas importantemente el ambiente del parque de la independencia. Es como si quisiéramos poner rascacielos en Central Park en Nueva York.

Espero que el movimiento y la oposición a este pueda crear que la administración de Bogotá abra los ojos y no los bolsillos para su soborno.

Agradezco inmensamente a Juan Luis Rodriguez y a la comunidad del bosque izquierdo por sus esfuerzos para aclarar este tema y contribuir a una mejor ciudad.
Frente a este tema me pregunto:
Planeación, Mazznti, Opain se han pronunciado?
Por qué el IDU se resiste a entregar información fácilmente? El misterio engendra sospecha incluso cuando no hay nada que esconder, o es que hay algo que esconder?
Por último pero no menos importante me gustaría que el Señor Hugo Mondragón explicara por qué las palmas de cera, que aunque son viejas (tardan más de 50 años en alcanzar madurez) son también peligrosas?
Quizá ese fue un argumento ligero para distraer la atención.

La Crìtica… ¿Para què?
A mi me interesa la dimensión operativa de la crítica, es decir, me interesa la crítica como instrumento para transformar la realidad. NO me interesa la crítica como una suerte de «valor agregado» para posar socialmente de bastión de la ética social -y por què no, para hacer más agradable y acalorada una conversación, regada con vino o con cerveza, explicándole a otros cómo se puede convertir uno en una piedra en el zapato de «los poderosos» y recibir palmaditas de aprobación en la espalda por eso.
El problema es que en eso se convierte la crítica cuando no está sólidamente construída y claramente orientada.
Que la ciudad la construyen los especuladores inmobiliarios; que tenemos algunos funcionarios pùblicos inescrupulosos; que los árboles no le importan a casi nadie; que los espacios públicos son invadidos una y otra vez; que moverse a través de la ciudad es un infierno; que tenemos una malla vial de quinta categoría; que las normas urbanas son sistemàticamente burladas; que ante el vil metal los especuladores podrían vender hasta a sus propias madres y porque no, demoler «a la mala» cualquier edificio patrimonial…
¿Cuántas veces hemos leìdo y oìdo esta canciòn?
Yo les pregunto:
¿Ustedes creen sinceramente que esta discusión, en el tono en que se está desarrollando le va a quitar el sueño a un funcionario corrupto, a un especulador abusivo, a un invasor del espacio público, etc?
Yo por mi parte soy bastante exceptico.
De partida porque como lo confirma Luz Helena Sanchez, lo que se lee es una «… camorra con el señor Mazzanti«, y esto es lo que menos importa.
 
Refraseo mi preocupación  con el argumento crítico que nos propuso Juan Luís: Dice más de lo que se puede decir con el material que tiene a su disposición o que pone a disposición de sus lectores.
Me parece que en este caso la ansiedad le ha jugado en contra a Juan Luís. Mi opinión es que para que la crítica sea efectiva -y eso quiere decir, para que logre incidir en la realidad- el crítico tiene que proceder cuidadosamente, lentamente y con menos prejuicios por delante.
Primero se debió haber mostrado la opacidad con la que se estaban haciendo las cosas y exigir mayor transparencia. Si esa transparencia no aparece, el crítico tendrá que seguir insistiendo sobre su necesidad y sobre lo dañino de la opacidad para las sociedades democráticas. Y si a lo largo del proceso la transparencia nunca llega, la crítica sólo podría desarrollarse en torno a los múltiples vicios y perjuicios que conlleva la opacidad de los proyectos de interés público y en cambio sobre la necesidad y las virtudes de la transparencia.
Esto no es poco y hay que hacerlo.
 
Pero si se logra un poco de transparencia y aparecen documentos, la crítica puede hacer otro movimiento. El crítico no puede dejarse llevar por ese «canto de sirena» que dice: «todos sabemos…» o «para nadie es un secreto que…» este tipo de argumentación NO debe existir en el ejercicio del crítico.
En otra palabras, sospechar que hay un negociado no es suficiente. Y escribir sobre esta sospecha sólo servirá para posar socialmente. Si se quiere incidir en la realidad hay que demostrarlo.
¿Difícil?
Si, pero indispensable.
 
Otro ejemplo
Juan Luís me emplaza a que me pronuncie sobre el proyecto de Mazzanti para el Parque. Pero: ¿Cómo podría yo hacer una crítica arquitectónica responsable a partir de un único plano de cuál desconozco todo? ¿Es la primera versión? ¿es una versión intermedia? ¿es una versión definitiva?
A esto me refiero con proceder lenta y cuidadosamente. Aunque como crítico uno se muera de ganas de dar un juicio sobre el proyecto, tengo que reconocer que el material disponible es claramente insuficiente.
Ante esta imposibilidad habría que preguntarse:
¿Porqué no hay más información sobre el proyecto y quién es el responsable de entregarla (u ocultarla)? El IDU?, IDPC?, CONFASE?, el arquitecto? Saber esto es fundamental para no equivocarnos cuando apuntemos con nuestro dedo.
¿Hay efectivamente un acuerdo de confidencialidad entre las partes? Y si la legislación colombiana no permite este tipo de acuerdos (¿estamos seguros que no lo permite?) ¿Por qué Mazzanti aparentemente habría asegurado que firmó uno?, ¿Acaso forzaron al arquitecto a firmar un acuerdo que es claramente irregular?
De nuevo, a esto me refiero con proceder lenta y cuidadosamente.
 
Finalmente, me parece que en todo este asunto los problemas de la disciplina son por el momento claramente secundarios. Insisto en que por lo pronto es más necesario iniciar un debate  sobre la legislación que rige la contratación de los proyectos públicos en Colombia, y escuchar lo que tienen que decir al respecto, por ejemplo, las silenciosas directivas de la Sociedad Colombiana de Arquitectos.
No estoy ni a favor ni en contra del diseño de parque del arquitecto Mazzanti. Si creo que con la información aparentemente disponible no se puede construir un juicio arquitectónico responsable.
En cambio creo que el caso puede servir de excusa para exigir mayor transparencia de los procesos de contratación de los trabajos urbanos que son de interés para los habitantes de las ciudades colombianas. Puede servir de excusa para exigir una posición al respecto de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y de las Escuelas de Arquitectura, Puede servir para escuchar lo que tienen que decir el Ministro de Obras Públicas, el director del IDU o del IDPC, y finalmente pero no menos importante, para que los consumidores puedan saber cuáles son los empresarios inmobiliarios que tienen una posición socialmente responsable frente a  la construcción de las ciudades colombianas.
Hugo Mondragón L.
 
 
Apendice sobre la racionalidad.
Me parece que es necesario mantener la discusión dentro de los límites de la racionalidad.
En medio del debate me llegó hace un par de días un correo en el que se acusaba al señor Mazzanti de haber recibido el proyecto del parque «a dedo». Paso seguido en ese mismo correo se decía que Mazzanti no había respetado el diseño propuesto para el parque por el maestro Rogelio Salmona.
Yo me pregunto:
¿Acaso Salmona se adjudicó el diseño del parque a través de un concurso?
Datos concretos:
1. Si hay un arquitecto en Colombia que ha hecho su carrera a partir de ganarse concursos de arquitectura, ese ha sido Giancarlo Mazzanti.
2. Es un hecho conocido que Rogelio Salmona recibió a lo largo de su carrera muchos encargos públicos adjudicados «a dedo».
Otro ejemplo:
Alejandro Alvarez me acusa en su comentario de querer desviar la atención al sostener que las Palmas de Cera son también peligrosas. Alejandro, si lee bien, yo nunca hablé de Palmas de Cera, pero lo más importante, el argumento sobre la peligrosidad de los árboles no es mio sino de Juan Luís Rodríguez -a quien usted «agradece inmensamente»-  quien en su artículo afirmó: «una especie de lamento nostálgico, abandonado en medio de un frío ambiente boscoso, saturado de árboles viejos, muchos a punto de caerse y cobrar la vida de algún niño o niña bogotanos«.
Yo digo:
Menos pasión y más cerebro!.

¿Algún interesado en hablar de arquitectura?

Le propuse a mi amigo Hugo Mondragón hablar del proyecto para el parque del Bicentenario y su respuesta es que no puede hablar de algo que no tiene planos completos y definitivos. De paso, aprovecha para pasarla de mesurado, objetivo y sobrio por cuenta mía: “Me parece que en este caso la ansiedad le ha jugado en contra a Juan Luís. Mi opinión es que para que la crítica sea efectiva -y eso quiere decir, para que logre incidir en la realidad- el crítico tiene que proceder cuidadosamente, lentamente y con menos prejuicios por delante.”
En toda su pretendida mesura, dice Hugo que así uno “se muera de ganas de dar un juicio sobre el proyecto, tengo que reconocer que el material disponible es claramente insuficiente”.
Puestos en esto, le recuerdo que debería tener la cautela de aclarar que si la información es insuficiente se debe a que los involucrados en el proyecto, empezando por el arquitecto, se han encargado de ello. Si algo está pasando y yo he tenido acceso a alguna información es porque los vecinos del parque se han movilizado, y a los empellones, han logrado que les den una que otra migaja informativa. Información llamada irresponsablemente “confidencial”.
Hace un mes, en respuesta a un Derecho de petición interpuesto por Adelaida Callejas, el IDU nos invitó “amablemente” a ver la información “actualizada”, el miércoles 1 de junio, a las 3 pm, en el Planetario Distrital. Hoy domingo 29 de mayo, sin embargo, vía El Tiempo, nos dieron un anticipo. Se trata de un esquema general, en el cual el área invadida o “Franja de Gaza” se llama ahora “Zona de integración”.
Este esquema de hoy en en El Tiempo, “cortesía de Mazzanti arquitectos” tiene algunas cosas buenas.
– Aparecen árboles. Es decir, muestra una preocupación por haber propuesto talarlos.
– Ya no se pasa del camino curvo por el lado norte. Es decir, invade un poco menos.
– La tribuna del Quiosco de la Luz “parece” haber perdido altura (y arrogancia), con lo cual también se acepta que en ese punto hubo una respuesta a las “inquietudes” de los vecinos.
– La peatonal del costado sur también “parece” estar trabajada y mejorada.
En efecto, se ve que hay mejoras, como se ve también que hay una insistencia en mantener el planteamiento inicial de multiplicar al máximo el área de intervención que se requiere, camuflada como “Zona de integración”. El miércoles en el Planetario veremos que otras novedades nos traen.
La Zona de invasión se llamará ahora Zona de integración. !Buen eufemismo!
La estrategia no es mala. Se trata de una carta de negociación con la que esperan apaciguar los reclamos.
Esta carta, sin embargo, no se puede aceptar porque no hay nada que negociar, como no había que negociar en la reciente polémica del Páramo de Santurbán. Bastó que quienes responden por la protección de ecosistemas hicieran su trabajo, y los “negociadores” se dieron cuenta que mejor se iban a buscar incautos a otra parte.
De vuelta a la invasión del Parque de la Independencia, equivaldría a decir: me metí a su casa, si tanto le molesta, pues le devuelevo un pedacito, y agradezca.
Es al revés. Lo que no quieren aceptar los involucrados en este proyecto es que para invadir el lote vecino, están confundiendo entre resolver un encargo e inventarse un encargo. Contratista, IDU, IDPC y arquitecto se están comportando como los dueños de un parque que no es de ellos. Se están metiendo en propiedad ajena. Si la tal zona de transición fuera parte del lote asignado para el nuevo parque, bienvenida. Pero no lo es.
Para no seguir botando tiempo y letra en un falso debate, lo que propongo ahora es otra cosa.
Qué Hugo continúe con sus elaboraciones sobre lo que la crítica debería ser y no ser, con todo y el estribillo de que lo que a mí me interesa es camorrear contra Giancarlo Mazzanti.
Yo, por otro lado, me ocuparé de lo que me interesa que es tratar de evitar que se ejecute el proyecto camorrero de Mazzanti para el Parque del Bicentenario. Proyecto que dadas las circunstancias, seguiré interpretando a partir de la información disponible.
A alguien del público diferente a Hugo, lo invito a mostrarnos las eventuales virtudes arquitectónicas del nuevo parque.
Y a los responsables del proyecto los invito a ocuparse del parque que se necesita, es decir del parque sobre el túnel de la 26. El resto déjenlo quieto, que así está bien.
Es un patrimonio que se debe respetar. No está sujeto a transacciones.
Desocupen, no más, tranquila y pacíficamente.
Juan Luis Rodríguez

Algunos comentarios (una persona que sabe y por eso critica y otra que no tiene ni idea y por eso gerencia):

Dicen los chinos, el corazon es la casa de la mente.
Hablando del mutismo de actores interesados en este asunto de la destruccion y el dano que ahora mismo estan produciendo en nuestro Parque de la Independencia, se echa de menos  un pronunciamiento, una orientacion, un acto administrativo de parte del Ministerio de Cultura. A ello le obliga la existencia del decreto 1905 del ano 1995 que declara  como Monumento Nacional el Conjunto Residencial Las Torres, definiendo segun el articulo 4, todo el perimetro del Parque de la Independencia como su area de influencia. 

A lo anterior se anade que hasta la fecha de mayo 11, Planeacion Distrital no habia hecho ajustes al Plan Director del Parque de la Independencia, creado mediante decreto 398 de 1998 y formulado de acuerdo a la propuesta inicial de Rogelio Salmona, ajustada mediante contratacion con un arquitecto de apellido Santamaria cuya consultoria contrato PD en su momento. 

Hay muchas aristas en esta discusion y en esta realidad que por obra y gracia de la organizacion ciudadana del vecindario de La Macarena, El Bosque Izquierdo, el Centro Internacional, San Diego, ha sido puesta en evidencia. 

Hay tambien, campo para muchas experticias, campo que hasta ahora que el arquitecto Juan Luis Rodriguez pone el dedo en algunas de las llagas, estaba limitado a la ciudadania del vecindario mencionado.

A proposito de la reunion citada por el IDU este 1 de junio en el Planetario Distrital, valen algunas aclaraciones desde la ciudadania que vigila este proceso:
¨No  hemos hecho sugerencia alguna de modificación al llamado ¨ proyecto Parque Bicentenario ¨ante el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU), el Instituto de Patrimonio Cultural (IDPC),  la Secretaría de Ambiente (SDA), como lo expresan ustedes en la nota de  convocatoria a esta reunión. Nuestra única propuesta ha sido, y es,  la suspensión de las obras que afectan al  Parque de la Independencia a través de una Acción Popular interpuesta en diciembre 2010.
 
Nuestro proceso inicia el 8 septiembre de 2009, cuando los vecinos del grupo de acción ciudadana HABITANDO EL TERRITORIO firmaron un ACUERDO CIUDADANO con el IDRD como  administrador del Parque, para abrir el espacio de interlocución entre la comunidad y las entidades públicas y privadas con incidencia en los parques, con el fin de asesorar y proponer ante las entidades distritales propuestas de sostenibilidad social e inversión. Curiosamente, desde el 3 de marzo del mismo ano, la Secretaría del Medio  Ambiente ya había expedido la Resolución 1135, autorizando la desaparición de 455 árboles del Parque. Ni al  momento de firmar nuestro Acuerdo, ni en la MESA de TRABAJO constituida para volver operativo el ACUERDO fuimos informados ni del proyecto Parque Bicentenario ni de sus consecuencias fatales para el patrimonio colectivo alrededor del cual se movilizaba la ciudadanía.
 
En el año 2010 nos  dedicamos a solicitar información, mediante múltiples derechos de petición al IDPC, al IDU, a la SDA y al Jardín Botánico.  La información recopilada en archivo, es fragmentada,  contradictoria e incompleta. Tomamos entonces la decisión de presentar, a finales de 2010,  una  Acción Popular que incluye como medida cautelar la suspensión de las obras en el Parque de la Independencia.
 
Denunciamos:
 

La vulneración por parte del IDU, del IDPC, de la SDA de nuestros derechos constitucionales como son: a la  información oportuna y veraz; a gozar de ambiente sano; a la garantía de participación de la comunidad en las decisiones que la afectan, al   de garantizar el manejo y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y  su conservación, restauración y sustitución previniendo y controlando los factores de deterioro ambiental; y al de la protección del patrimonio cultural de la nación.
El incumplimiento por parte del IDPC, el IDU y la SDA de las leyes y normatividad vigentes contenidas  en los decretos y acuerdos como son: Acuerdo 327 de 2008 – Pulmones Verdes; Decreto 531 de 2010 – que reglamenta  la Silvicultura Urbana; Decreto 398 del 2008 –  Plan Director del Parque Metropolitano Independencia; Decreto 1905 de 1995 – Declaratoria del Conjunto Residencial El Parque y su área de influencia como Monumento Nacional; y el Decreto 190 de 2004 – Plan de Ordenamiento Territorial.

 
Solicitamos:
 
La suspensión inmediata de toda obra o intervención sobre el Parque de la Independencia hasta cuando:
 

se reconozca el carácter de Patrimonio Nacional.
se dé cumplimiento a la ley y la normatividad vigentes en los diseños y el proyecto del Parque Bicentenario.
se cumpla con el Acuerdo 327 de 2008 en lo relativo a la compensación en áreas verdes, equivalentes a la misma área endurecida en el área de influencia que la comunidad define como la zona aledaña al Parque. la compensacion de arboles perdidos en la Fase III de Transmilenio. ¨

Buena lectura.!