Aquí falta alguien

La decisión del jurado de la V versión del premio Luis Caballero, es importante porque, como debe ser en un acontecimiento de este orden, manda señales muy claras sobre lo contemporáneo en el arte. Víctor Laignelet, Juan Fernando Herrán y José Ignacio Roca, representan sectores importantes de nuestras prácticas artísticas nacionales; son referentes importantes así sean controversiales y hayan sido controvertidos. Junto con los aportes que ha realizado la crítica, nos dan una idea: intuimos hacia dónde debemos movernos en un futuro cercano: hacia el redimensionamiento de los cuerpos, hacia la transformación sígnica de los lugares públicos, hacia la creación de signos que muestren mayores posibilidades de acción para los hombres y las mujeres de nuestro país.

Habemus Luis Caballero. La academia –Laignelet–, los artistas –Herrán–, los curadores –Roca– y la crítica –Arcos-Palma–, parece que se dirigen hacia un mismo horizonte. Buena señal para el arte contemporáneo en Colombia. El jurado del premio Luis Caballero comprendió a cabalidad su responsabilidad. Ante la ausencia de espacios artísticos independientes que garanticen la libertad de expresión en el pensamiento artístico, este estímulo de la Alcaldía Mayor de Bogotá a las/los artistas colombianos, sin duda está llamado a convertirse en el evento artístico más importante del país. Ojalá así termine por entenderlo no sólo la comunidad artística de nuestro país. Es importante que los administradores de lo bello y de nuestros escaseados recursos económicos, se esfuercen por comprender y aprehender en qué consiste pensar artísticamente en nuestra época. He insistido en otras oportunidades que hace falta mayor gestión para que el Luis Caballero se redimensione, local e internacionalmente. No nos falta talento artístico; carecemos de imaginación administrativa. El problema es que los protocolos que  aplican los administradores quedaron obsoletos. Es el momento de pensar mediante contraproyectos. A esto me referí cuando comenté el trabajo reciente de Jaime Iregui.

La decisión del jurado de la V versión del premio Luis Caballero, es importante porque, como debe ser en un acontecimiento de este orden, manda señales muy claras sobre lo contemporáneo en el arte. Víctor Laignelet, Juan Fernando Herrán y José Ignacio Roca, representan sectores importantes de nuestras prácticas artísticas nacionales; son referentes importantes así sean controversiales y hayan sido controvertidos. Junto con los aportes que ha realizado la crítica, nos dan una idea: intuimos hacia dónde debemos movernos en un futuro cercano: hacia el redimensionamiento de los cuerpos, hacia la transformación sígnica de los lugares públicos en que aquéllos aparecen , hacia la creación de signos que muestren mayores posibilidades de acción para los hombres y las mujeres de nuestro país.

Mario Opazo ha realizado acciones durante 2010 que ayudan a comprender la dimensión del fallo del jurado. Aquí falta alguien es una puesta en acción para buscar en la oscuridad que caracteriza a nuestra época, un camino para buscar a un amigo perdido en la maleza ideológica que devora nuestras instituciones. Se trata de Nicolás Castro. Opazo se ha unido al Grupo de Amigos por la libertad de Nicolás Castro, grupo de incondicionales que han trabajado sin descanso y sin más apoyo que su juventud, su vitalidad y buena voluntad, desde diciembre pasado. No me refiero a los 20.000 o más amigos abstractos y esnobistas de Facebook. Hablo de diez personas que hacen arte contemporáneo sin saberlo, ignorando que están abriendo posibilidades de acción al pensamiento. En la carrera séptima de Bogotá –en los septimazos–, y en otros espacios, han realizado acciones plásticas colectivas muy creativas, aunque con las uñas. Opazo ha adquirido un compromiso no sólo con ellos. Principalmente se ha vinculado con lo público y con los cuerpos que lo conforman. Contrario a la apariencia, como creen los esteticistas, el compromiso amplia la libertad de pensamiento. Contrario a los artistas que todavía piensan la apariencia en sentido metafísico, Opazo ha roto este  espejo y ha incursionado en lo real con su imaginación; valiéndose de signos cuidadosamente articulados, ha mirado de frente la angustia y el dolor de nuestra época.

 

A instancias de la Facultad de Artes-Asab de la Universidad Distrital, El Cartero, es una Acción Colectiva Plástica, realizada por Opazo y el reducido grupo de amigos de Nicolás, el 2 de febrero pasado. Sólo los incondicionales de Nicolás, compañeros de estudios y vocación, participaron. A lo sumo son diez pelagatos, pero no se dejan intimidar por la indiferencia de la universidad y la ciudad. La dificultad no es el miedo que suscita el caso de Nicolás, me ha comentado alguien; se trata más bien de la indiferencia y apatía que caracteriza a la pseudociudadanía bogotana. La experiencia de Opazo con colectivos es mínima, en esto sigue siendo moderno. Esta es la oportunidad para reafirmarse en el espíritu del arte contemporáneo, lo colectivo como mutiplicidades cambiantes permanentemente. Opazo logró comprenderse plásticamente con los amigos de Nicolás, allí donde Doris Salcedo fracasó. La pedagogía nunca fue el fuerte de esta artista. Víctor Laignelet medió para que se intentara un diálogo entre Salcedo y este grupo de amigos de Nicolás que está pensando artísticamente cómo aportar a la pronta liberación de su compañero. La brecha generacional fue implacable en este diálogo fallido. Salcedo también declinó la invitación de la ASAB.

En horabuena la decisión del jurado de la V versión del premio Luis Caballero. Captamos señales inequívocas: interés por el cuerpo como presencia irrefutable, por los individuos entrelazados en sus diferencias y cruzados por todo tipo de lenguajes. Esto parece ser la tendencia en el arte contemporáneo en Colombia: cuerpos cruzados en signos. Mario: el contraproyecto El Cartero debe continuar.

PD: Fernando Pertuz también se ha mostrado muy interesado en el caso de  Nicolás Castro y ha participado con algunas ideas en sus reuniones, lo cual es consistente con la propuesta  presentada en esta versión del Luis Caballero.

EL CARTERO: Acción artística por la libertad de nicolás

2 comentarios

Es indudable que el Premio Luis Caballero, en esta versión, fue acertado y esperado, aunque pudo ser otorgado también a Fernando Pertuz, como lo dijo el mismo Mario Opazo durante una pequeña conversación que tuvimos en «Billares Londres» la noche del viernes mientras él celebraba, en compañía de sus amigos el premio. Cierto estimado Jorge, el artista contemporáneo no puede estar alejado de los problemas cruciales de la contemporaneidad, aquellos que aquejan a la sociedad. Arte-crítico, arte-político. Y, en un país como el nuestro eso es cada vez más imperioso. La obra de Mario Opazo está atravesada de esta condición y el jurado del Luis Caballero fue coherente con las exigencias de esta época.

Como usted dice el Premio Luis Caballero es un referente importante del arte contemporáneo en Colombia. Jorge Jaramillo ha contribuido a fortalecer un espacio digno donde los artistas más representativos, con el apoyo del Distrito, han confrontado con el público sus creaciones. Esperemos este premio siga apuntalándose cada vez más y siga apoyando la creación local.

Creo que este modelo debería replicarse en las regiones. Ahí le hacemos un guiño al Ministerio de Cultura. Quizá esto pueda reforzar el modelo curatorial de las regiones con miras al Salón Nacional. Ahí sí, los artistas serían los beneficiarios de ayudas económicas importantes y no los curadores, como está sucediendo en estos momentos, hecho que genera un desequilibrio importante entre curadores y artistas en detrimento de los procesos creativos. Sólo así se le dará un verdadero impulso a las artes en el país. Larga vida al Premio Luis Caballero y bravo por Opazo.

http://criticosvistazos.blogspot.com/2009/08/vistazo-critico-71-mario-opazo.html

Me parece que Fernando Pertuz presentó una obra que nos introdujo a ese «campo expandido» del performance que encontramos en las calles de nuestras ciudades. Tomó sus riesgos y acertó. Salvo el sistema de votación, que desde mi punto de vista poco o nada añadía a esta propuesta. De pronto este pequeño detalle pesó a la hora de definirse por un ganador.

El caso de propuestas como la de Rosario López y Catalina Mejía tenían en común un muy buen manejo del espacio pero un cierto exceso de esteticismo que pudo parecer poco relevante a un jurado preocupado por miradas un tanto más políticas y comprometidas.

Es precisamente lo político como «problema crucial de la contemporaneidad» lo que vimos resuelto de una forma clara en la obra de Opazo, quien logro complementar el tema cliché de los desplazados con un buen montaje en sala.

En líneas generales, las exposiciones de Opazo y Pertuz salieron bien libradas de este reto, eso sí, sin generar mayores sorpresas ni perturbar un orden establecido.