Análisis del Debate España

El Debate España fue una discusión entre arquitectos que se que se dio inicialmente a través de correos electrónicos, con motivo del premio de la Bienal Iberoamericana de Arquitectura al Parque biblioteca España en Medellín, obra de Giancarlo Mazzanti. La primera secuencia de correos se publicó en el portal Esfera Pública en tres partes. Posteriormente, hubo una Cuarta parte, publicada directamente en el mismo portal por los participantes.

Me interesé en el debate como complemento del tema de los fallos del jurado en los premios anuales y bianuales en Colombia, desde el primero en 1962, hasta el presente. En relación con este interés, creo que el fallo de la bienal iberoamericana es de especial importancia porque señala positivamente un edificio en Colombia, y porque asumo que este señalamiento deberá repercutir de alguna manera en el juzgamiento de la próxima bienal colombiana.

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El debate sobre el Parque Biblioteca España ha generado varios temas de interés y la intervención de varios participantes. Algunos de estos temas y las personas involucradas han sido:

– Copia como procedimiento proyectual, Reciclaje de arquitecturas de la vanguardia internacional. Guillermo Fischer, Enrique Uribe, Isaac Broid

– Fallo de jurado de la BIAU, Superficialidad y metalenguaje de los juicios. Benjamín Barney, Sergio Trujillo, Leonardo Rodríguez, Enrique Larrañaga, Willy Drews, Gonzalo Correal

– Crítica, Ausencia de crítica, Necesidad de la crítica, Competencia crítica, Definición de la crítica. Benjamín Barney, Enrique Larrañaga, Felipe Hernández

– Edificios como espectáculo formal, Proyectos exhibicionistas y faltos de originalidad, Arquitectura de marca, Primacía de la imagen. Willy Drews, Mauricio, Pinilla Guillermo Fischer

– Arquitectura propia, Arquitectura nacional, Ideología sobre lo propio. Identidad. Mauricio Pinilla, Hugo Mondragón, Felipe Hernández.

– Buena arquitectura, Arquitectura perdurable, Arquitectura ambiental. Willy Drews

– Arquitectura y ética. Ricardo Castro, Guillermo Fischer, Mauricio Pinilla

– La arquitectura de Salmona, Otras arquitecturas, Salud arquitectónica, Traición a la patria. Hugo Mondragón, Jorge Pérez, Camilo Restrepo

– Debatir con obras, Debatir con palabras, Sanidad del debate. Hugo Mondragón, Gonzalo Correal.

– Internacionalizar la arquitectura. Hacer arquitectura nacional. Arquitectura con identidad, Arquitectura colombiana, Arquitectura propia. Todos los participantes.

-Etc. La lista no es exhaustiva pero creo que da una idea de la variedad de intereses.

Como seguidor del debate en Esfera Pública y como lector de las diferentes argumentaciones, pienso que en términos de participación las cosas han sido muy desiguales, por cuanto los ataques a la biblioteca han sido más fuertes, numerosos y contundentes que las defensas. Aunque en medio de los comentarios se encuentra con frecuencia la afirmación de que el verdadero debate no es “tal tema” sino “tal otro tema”, esta breve lista evidencia que no hay tal cosa como un verdadero y un falso debate, sino un conjunto de temas de interés, todos susceptibles de constituir un debate autónomo. Por ejemplo:

Sergio Trujillo y Benjamín Barney critican severamente al jurado de la BIAU por la pobreza de criterios y lo oscuro del lenguaje utilizado para explicar el fallo. Guillermo Fischer y Enrique Uribe critican un aspecto particular del proyecto, el hecho de que se presente como experimental y vanguardista cuando en realidad les parece la reelaboración de una idea-imagen de David Chipperfield. Hugo Mondragón y Gonzalo Correal critican a quienes exigen que los arquitectos tengan necesariamente que escribir, cuando la escritura debería permanecer como una opción. Jorge Pérez y Mauricio Pinilla critican las orientaciones, o la falta de éstas, tomadas por el tema de lo regional y lo ambiental.

Mi interés en este ir y venir de juicios y opiniones sobre la biblioteca España ha sido generar opinión pública; es decir, promover la discusión de la arquitectura como un asunto público, en especial cuando se discuten obras financiadas con recursos públicos. Aunque esto no ha sucedido en la medida que lo esperaba, mi intención continúa siendo la de promover una batalla argumentativa guiada por una concepción de opinión pública según la cual sólo son válidas las argumentaciones con criterios de justificación racionales y públicos –preferiblemente escritas– que permitan aceptar o refutar una opinión. . Aprovecho entonces mis desacuerdos con los argumentos de tres participantes extranjeros que han salido en defensa del edificio para expresar algunas opiniones sobre lo que se ha dicho en este desigual debate. Entre los pocos que han salido en defensa del edificio y del fallo, Miquel Adriá, Antonio Toca y Rafael Patalano, lo han hecho sobre la denuncia de un concepto de identidad que consideran inadecuado. Yo también lo considero inadecuado pero por motivos completamente diferentes a los que estos críticos alegan como causa para la mala comprensión del edificio y del fallo.

En respuesta a las críticas de Barney y Trujillo, uno de los miembros del jurado, Antonio Toca, comienza por aclarar que todos los integrantes son calificados y honorables; a continuación ratifica punto por punto lo mismo que estaba dicho en el acta: que el edificio es un gran ícono que cumple además un gran papel político social, y que cumple a cabalidad con los requerimientos de la convocatoria. Aunque en términos de los criterios de juicio y los motivos para elegir esta obra en particular no agrega nada a lo ya dicho en el fallo, las afirmaciones de Toca sí revelan dos elocuentes problemas.

Toca reconoce haber modificado o al menos haber afirmado su opinión cuando comprendió la importancia política del proyecto: “creo que esa obra y las demás del programa social que realizó el gobierno de Medellín es asombrosa y me dio mucho gusto que se premiara esa obra. Yo estuve renuente a hacerlo; sin embargo, al darme cuenta de que era una de esa obras, apoyé el premio.” Reconoce, además, que le sorprende lo que considera una preocupación innecesaria en Colombia por un tema irrelevante como que el edificio se parece a otro: “personalmente me importa poco este parecido. Creo que si lo hay, sería lamentable… Creo que las analogías, o las copias en arquitectura es un asunto vergonzoso que no se menciona, como los pecados de la familia.”

Por esta respuesta deduzco que Toca no conoce, o no conocía en el momento del fallo, el edificio premiado; como tampoco tiene presente en el momento de escribir el proyecto para Hong Kong sobre el cual se está haciendo referencia a la utilización no reconocida de una “fuente”. Su respuesta da a entender que le parecieron suficientes los argumentos a favor de la potencia icónica del edificio y su importancia política; con lo cual también resulta evidente la poca importancia dada a un aspecto como la experiencia o vivencia del edificio; privilegiando en cambio los aspectos simbólico y político con los que se respaldó el fallo. La respuesta evidencia también que a Toca, y posiblemente a los otros miembros les fueron suficientes las fotos, planos y textos, tal como se juzga un proyecto académico o un concurso de proyectos; y no como se esperaría que fuera juzgado un edificio, es decir, como un hecho material, vivencial, ambiental y espacial, además de simbólico y político. A diferencia de “el proyecto” en el cual las ideas y las imágenes son todo lo que hay, “el edificio” es finalmente una cosa; y por muy buenas ideas que tenga detrás, no deja de ser una cosa En la cual las ideas se validan o anulan y no a la inversa.

La reducción de Toca a una necia preocupación “en Colombia” por si se parece o no a otro edificio es una banalización del problema planteado.. Como es una banalización la caricatura que hace Miquel Adriá al referirse a una arquitectura panamericana reaccionaria del “adobe y el tabique aparente”. O la igualmente versión aplanada de Rafael Patalano, según la cual los detractores de la biblioteca España parecerían estar en defensa de una arquitectura brasilera, colombiana o latinoamericana para la cual solo valdría lo “pobre y tosco”.

A la biblioteca España no se la ha criticado porque sus materiales no sean adobe o ladrillo, o porque no tenga apariencia popular, y tampoco porque sea un ícono. Lo que se ha destacado –según mi lectura de la correspondencia electrónica– es que el premio de la BIAU se le dio a una arquitectura mediática, pobremente concebida, e inapropiada funcional, ambiental y constructivamente. Se la ha criticado desde varios ángulos y motivos que en mi interpretación son los siguientes:

· Reclamar como principales valores arquitectónicos su potencia como ícono, desdeñando como anticuados y reaccionarios otros valores arquitectónicos como la ejecución y el funcionamiento.

· Presentarse como idea original cuando en realidad es una idea-imagen prestada, sin el debido reconocimiento de la fuente. O apropiarse sin reconocerlo de unas ideas estéticas documentadas en la revista El Croquis, alegando en cambio una actitud experimental y novedosa.

· Apropiarse de unas ideas políticas que son producto del encargo. Ideas que seguramente habrían sido aplicables a cualquier otro edificio hecho bajo las mismas reglas y en el mismo lugar.

· Estar pobremente construida sin aceptar que esto se debe a un diseño deficiente y no a la ineptitud del constructor.

· Presentar problemas de escala y dimensión, precisamente por privilegiar en exceso el valor icónico, y por apoyarse en el valor social, como pretexto para eludir el esfuerzo que requiere sacar adelante un edificio “experimental”.

· Menospreciar problemas de funcionamiento como biblioteca, en términos convencionales como el control del ruido y la iluminación natural.

· Menospreciar aspectos contemporáneos, igualmente experimentales y cada vez más apremiantes como la sostenibilidad bioclimática y ecológica.

Lo que se ha pedido por medio de estas críticas no es ningún nacionalismo, latinoamericanismo, regionalismo, panamericanismo o localismo culturalista, sino una arquitectura consecuente con la responsabilidad económica, técnica y ambiental que merece cualquier edificio, en especial una obra pública. Lo que se ha denunciado, desde el debate promovido desde el espacio de discusión “Esfera Pública”, es una pobreza proyectual según la cual se está pasando de una foto, a una maqueta, a un edificio; y de esto a un jurado al cual le parece que el resultado es impresionante en términos visuales y maravillosos en términos políticos. Con lo desviadas que puedan ser estas críticas y mi interpretación de las mismas, no ha habido intentos por refutarlas directamente sino por medio de la denuncia de una supuesta ideología nacionalista que poca importancia ha tenido dentro de lo dicho.

La síntesis de esta denuncia ideológica creo que se condensa en la estigmatización de Adriá, según la cual los opositores de la biblioteca están tratando de promover una arquitectura “sumamente reaccionaria, en línea con los postulados panamericanistas del adobe y el tabique aparente”. Esta suposición asume que a la biblioteca España se la critica por no estar mimetizada con la estética del desarrollo progresivo y no se le reconoce su carácter innovador. Como comprensión de las críticas anteriormente listadas, esta simplificación constituye una caricatura que evidencia poco o ningún conocimiento del medio, y poca o ninguna consideración por los temas planteados.

Por ejemplo, el argumento sobre la copia se ha fundamentado en una identificación de similitudes, sobre las cuales se podría argumentar que son “superficiales” y se podría refutar mediante la identificación de diferencias “profundas”. Pero esto no se ha hecho. En cambio, las argumentaciones recibidas caen en tautologías como que el edificio es bueno porque el proyecto es bueno o que un jurado honorable produce juicios honorables. O argumentaciones circulares como que la nueva arquitectura “es así”; lo demás pertenece a las ideas de un mundo viejo y reaccionario. O bien, que si el edificio tiene problemas constructivos se debe a que el constructor no respetó los planos. O que los posibles problemas funcionales son algo secundario, o por lo menos relativo, dado que los usuarios están orgullosos del edificio.

En todo caso, el problema denunciado como copia, no condena la adopción de una idea formal como parte legítima de un procedimiento proyectual; condena el hacer pasar la idea por original. Si al procedimiento no se le llamara copia sino adaptación, recreación o interpretación, la crítica no se modifica puesto que el problema consiste en que este edificio particular no constituye una producción experimental de forma mediante un procedimiento analógico que alude posiblemente a las montañas, sino la adopción de una idea-forma que ya pasó por un procedimiento de ideación artística similar y anterior. Una vez más: adaptar o recrear no se está invalidando como procedimiento; sólo el hacer pasar algo adaptado por una invención. Esto se podría refutar argumentativamente con la misma facilidad con que se ha denunciado, pero hasta el momento nadie lo ha hecho. Con lo cual, al eludir una respuesta o desdeñar el tema como algo de lo que no vale la pena hablar, se ha hecho evidente, por lo menos hasta el momento, que la idea-imagen de la forma sí pertenece a Chipperfield.

Respecto a la producción de formas “nuevas”, habría por lo menos dos actitudes proyectuales opuestas. Una, la de aquellos para quienes la búsqueda de la nueva forma se asocia al tema de la “experimentación formal”. La otra, la de los que buscan la “evolución” y el “perfeccionamiento” de un conjunto de temas recurrentes, en los cuales la novedad constituye un episodio que surge del cruce de factores entre la técnica, el encargo y la interpretación del lugar, en conjunción con las búsquedas personales del proyectista. Estas búsquedas, a propósito, pueden tener un trasfondo tan nacionalista o localista, como internacionalista o vanguardista. En cualquier caso, son la consistencia y el resultado final lo que las avala, no las intenciones. Y lo que las constituiría como arquitecturas “propias” sería la coherencia interna entre las obras producidas y la ideología o teoría que las impulsa.

Sobre el aspecto de exigir una arquitectura nacional, regional, internacional o global, la lectura de la correspondencia deja la impresión de una imprecisión generalizada. Pues si bien hay individuos interesados en recalar sobre lo local, también los hay a los que esto les parece irrelevante. De cualquier modo, una cosa es que los opositores reclamen una arquitectura con identidad nacional o regional y otra con identidad propia. Al hablar de una arquitectura “propia” se quieren decir muchas cosas, incluidas las versiones regionalistas pero mi deducción de la lectura del debate me lleva a creer que se trata de “propia” en el sentido de una investigación personal por parte de un autor o una firma. Si esta búsqueda se acompaña de intenciones moderadas o ambiciosas, locales o universales, es cuestión de cada proyectista. La crítica principal aplicada a la biblioteca España diría que ésta adolece de algo similar a la carencia de una búsqueda que no pasa de ser un experimento formal sin la consecuencia técnica y espacial equivalente. Es decir, un experimento formal carente de profundidad y consistencia arquitectónica. Si éste o cualquier otro concurso quiere premiar este o cualquier otro tipo de trabajos, adelante, pero con criterios públicos dados a conocer apropiadamente. Con lo cual me refiero a que las instituciones que convocan especifiquen con anterioridad bajo qué criterios van a premiar (arquitectura y gestión política, por ejemplo) para que los jurados se ciñan en sus explicaciones a los criterios de la convocatoria. De lo contrario, los jurados acaban convertidos, además, en legisladores.

Lo anterior plantea a mi modo de ver dos problemas mediante los cuales propongo nuevamente que el debate trascienda el premio y el fallo BIAU, y las meras opiniones personales sin desarrollo argumental.

1. Juzgar un edificio sin conocerlo.

Dado el tamaño de una muestra cualquiera, puede ser física y económicamente imposible que un jurado idóneo la visite personalmente, hay que considerar si vale la pena insistir en que un edificio se juzgue incluyendo la experiencia de la obra, o si basta con la información contenida en planos, fotos y textos.

2. Penalizar la copia.

Dado que para convertir en delito una posible copia, tendría que haber una legislación que la reglamente, una policía que la vigile y un mecanismo de castigo para su incumplimiento, hay que considerar si vale la pena insistir en que la omisión de referencias constituye un delito, como ocurre en literatura; o si basta incorporar a la cultura arquitectónica, desde la universidad y a través de la noción de investigación, la costumbre de diferenciar, como en cualquier trabajo académico, en qué consiste el aporte de un trabajo y cuáles son sus fuentes.

Si preguntáramos hasta dónde vale la pena recorrer estos caminos, para el primer caso no tengo una opinión formada. Para el segundo, no dudo que el camino a recorrer debería ser el de la discusión y la definición de convenciones culturales y académicas; en ningún caso el camino policivo. En las universidades, por ejemplo, existen comités de copia que juzgan sobre trabajos y exámenes escritos pero en ningún caso sobre proyectos arquitectónicos. En principio, sólo bastaría la “censura” de la comunidad académica y profesional, pero si se le quiere dar importancia al tema de la originalidad y la investigación, para que las ideas arquitectónicas se sometieran a procesos similares a los de otras disciplinas, habría que reformular el objetivo, por lo general inexplícito, de formar artistas prematuros cuyo mayor interés es la originalidad.

 

Juan Luis Rodríguez