Analfabetismo y piratería

El Programa Antipiratería de Obras Cinematográficas está enviando cartas a algunas universidades privadas en las que manifiestan que ellos representan los intereses del Estado y los derechos de los productores y distribuidores del material audiovisual que reposa en sus bibliotecas y advierten sobre un uso delictivo: señalan que los discos de películas no se pueden prestar para uso externo y aseveran, sin adjuntar prueba alguna, que las instituciones están haciendo circular copias “no autorizadas” o “piratas”; aclaran que esta práctica de préstamo no puede continuar en las actuales condiciones.

Como las bibliotecas de las instituciones privadas permiten el acceso a su material como un servicio implícito en el pago de una matrícula, el Programa Antipiratería de Obras Cinematográficas parece considerar que esto involucra una transacción monetaria que las pone al mismo nivel de una tienda de alquiler tipo Blockbuster. Sin importar que el propósito de las bibliotecas es de enseñanza, la “reproducción, exhibición, venta o alquiler” son señaladas como acciones prohibidas sin la debida autorización (por ejemplo, a los jardines infantiles de Irlanda se les cobró por mostrarle a sus párvulos películas de Disney).

El Programa Antipiratería de Obras Cinematográficas no discrimina entre la práctica pirata del que copia películas y las vende en un agáchese en la calle, o en los alrededores de la misma universidad, y la universidad privada —sin ánimo de lucro— que compra este material de forma legal y lo proyecta o presta a los usuarios de sus bibliotecas para que lo lleven a sus casas, se asume que ambos actos se desprenden de la misma raíz criminal y deben ser fiscalizados.

El problema para las bibliotecas de las instituciones educativas privadas está en que no hay figura legal para cancelar el tributo o adquirir la licencia que se les exige. Algunas universidades han hecho caso omiso de la advertencia del Programa Antipiratería de Obras Cinematográficas y ante un posible caso legal están listas a defender su posición justificando el uso académico de las películas como “material para la enseñanza”; otras, después de consultarlo con sus plantillas de abogados, se han reunido con los miembros del Programa Antipiratería de Obras Cinematográficas y con la Dirección Nacional de Derechos de Autor para llegar a un acuerdo local que los exonere a ellos y a todos los otros sistemas de bibliotecas de hacer pago alguno —pues donde pague uno, pagan todos—.

El posible acuerdo a que se llegue, luego de ser revisado y perfeccionado por las plantilla de abogados de los diferentes estamentos criollos, será traducido para ser presentado a las casas matrices de los intermediarios que tienen los derechos internacionales de comercialización del material audiovisual, tal vez ellos antepongan sus intereses —y los intereses de los tratados de libre comercio o acuerdos de comercio de sus estados—, y comprendan lo que es la educación; tal vez estos consorcios que viven del lucro de la intermediación consideren que este caso merece una excepción que beneficie a los usuarios de las bibliotecas de las universidades privadas de una lejana república africana, perdón, suramericana. Al menos, cierta porosidad a estas ideas ya se ha visto en altas instancias, así lo demuestra —aunque con cierta ambigüedad— Francis Gurry, el Director General de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual, en la conferencia El futuro del derecho de copia que dio a comienzos de este año: “necesitamos hablar menos en términos de piratería y más en términos de la amenaza financiera que se cierne sobre la cultura en el siglo XXI, porque es esto lo que está en riesgo si no somos capaces de tener una política del derecho de copia efectiva y balanceada”. Sin embargo, una cosa es lo que dice este funcionario y otra cosa es lo que piensan los representantes directos de los dueños del negocio, por ejemplo, Greg Frazier, vicepresidente de la MPAA (Motion Picture Association of America), al ser interrogado sobre iniciativas de código abierto para la producción intelectual, afirmó: «si estamos hablando de democratizar la cultura, eso no está en nuestros intereses. En verdad no me interesa».

Mientras ese trámite incierto cumple su proceso algunas instituciones educativas han tomado la medida cautelar de cancelar el préstamo del material fílmico y darle acceso solo a los profesores que lo necesiten por unas cuantas horas para sus clases (se advierte que el Programa Antipiratería de Obras Cinematográficas tomará nota del uso de este material en clase y puede contemplar que este tipo de uso es el mismo que hacían muchos cineclubes que fueron perseguidos, suspendidos y finalmente clausurados en las universidades).

Es de esperar que ante esta orfandad fílmica algunos miembros de las universidades privadas se impacienten y recurran a otras vías de hecho para suplir lo que parecía garantizado pero ahora se les niega (y que además ninguna plataforma digital legal ofrece de forma “efectiva y balanceada”).  Desde aquí les hacemos un llamado:

Estudiantes, su educación audiovisual no es algo primordial, confórmense con leer libros y fotocopias y siéntanse afortunados, por ley ustedes no pueden sacar libros de las bibliotecas o fotocopiar material alguno (pero ese reclamo legal queda para más tarde, primero está el tanteo con las películas, luego, cuando sea el momento, vendrán otras acciones jurídicas). Estudiantes,  por ahora limítense a lo que ofrece la cartelera de cines de su multiplex más cercano o a los “estrenos exclusivos” que los productores y distribuidores autorizados harán en los centros culturales universitarios como una estrategia de mercadeo para promocionar las películas de temporada ante el target juvenil de público cautivo. Estudiantes, vayan a los supermercados e intenten pescar algún título entre las góndolas de ofertas (Buscando a Nemo es una gran película), busquen películas en discotiendas, hagan la inversión, paguen  un  precio que supera en decenas de miles el del mercado negro. Estudiantes, exploren la oferta televisiva nacional y vean con juicio lo que ofrece, o adquieran paquetes de televisión por cable y encuéntrenle el arte al Discovery Channel y caigan encantados ante el virtuosismo de Cesar Millán, el encantador de perros. Estudiantes, confíen en las autoridades, ellas ya está tomando cartas en el asunto, por ejemplo, han expedido un proyecto de ley que busca penalizar con cárcel y multas el uso y tráfico de cualquier archivo que genere reclamos de derechos de autor, esto es por el bien de todos (incluso podrá ser beneficioso para uno que otro autor); también, desde el Estado se ha propuesto una reforma educativa que busca fomentar que haya universidades con ánimo de lucro para que en un futuro no solo sea la razón la que funde la universidad sino que sean la oferta y la demanda las que depuren el sistema educativo, sobre todo hay que librar la carga académica de todo eso que ofrecen las artes, las humanidades, la filosofía, algunas ciencias sociales y el cine visto como arte, estos devaneos son un lujo que solo pueden ser ofrecidos por una educación de élite.

Coda

La comunidad educativa que pretenda eclipsar su analfabetismo audiovisual y todo el que desee ejercitar su mirada e intente tener acceso a este material por otras vías, NO debe hacer lo siguiente:

1. NO tenga un computador a la mano con conexión a banda ancha.

2. NO descargue e instale un programa de descarga de ficheros o “torrents” para intercambio de archivos por internet, puede ser cualquiera de los 28 que aparecen en esta página:

http://www.softonic.com/s/programas-para-descargar-torrents

NO se sugiere usar utorrent:

http://utorrent.softonic.com/

3. NO abra su navegador y NO acceda a páginas donde se pueden acceder a “Torrents” de lo que usted está buscando, puede ser cualquiera de los 21 que aparecen en esta página:

http://www.comodescargar.com/programas/torrent/como-buscar.php

NO se sugiere usar The pirate bay:

http://thepiratebay.org/

4. En el cuadro del buscador de alguno de estos programas NO escriba el nombre de lo que usted está buscando; por ejemplo, algo raro, como la película If de Lindsay Anderson:

5. NO haga clic en el enlace y NO haga clic en “download this torrent”:

6. Si hizo caso omiso a lo anterior el “torrent” quedará en su carpeta de descargas, NO vaya al programa de descarga de ficheros, por ejemplo Utorrent, y en archivo o “file” NO seleccione “abrir” ni “open torrent”.

7. NO contemple como se descarga el archivo en su computador. NO se recomienda verlo en un programa de reproducción como lo puede ser VLC placer:

http://www.videolan.org/vlc/

NO lo descargue ni lo instale y si lo hace NO abra archivo o “file” ni seleccione “abrir” para ver lo que descargó.

9. En caso de que quiera ver la película con subtítulos, pues muchas se consiguen en DVD legal pero sin la opción del subtitulaje en español, puede encontrarlos gracias a la labor de anónima y no remunerada de algunos usuarios, NO vaya a una página de búsqueda de subtítulos como puede ser

http://www.solosubtitulos.com/

NO descargue el archivo, usualmente con terminación “.rtf”, NO le cambie el nombre para que coincida con el nombre del archivo de video que descargó (pero dejando la terminación” .srt”; por ejemplo, si se trata de la película If, los archivos serían “if.avi” de video y “if.srt” de subtítulos). NO ponga ambos archivos en la misma carpeta. NO abra VLC, ni archivo, ni seleccione abrir el archivo de video, tampoco vaya al menú “video” y en “subtítulos” active los subtítulos.

10. Finalmente: NO vea la película.

Estudiantes, NO pirateen y menos aun pirateen a los piratas; por ejemplo, NO se les ocurra descargar en su computador la película IF y copiar e interpretar el famoso final alegórico que marcó a algunos de sus padres y abuelos en el tumultuoso y antiautoritario 1968.

NO, NO, NO lo hagan…

http://www.youtube.com/watch?v=GJ1LG08ssaM