2018, Arte y Catalepsia

En Artecámara este artilugio teatral curado por Carolina Ponce de León exhibió el asunto de la paridad de género con “Todo lo tengo y todo me falta”. En la Feria del libro en paralelo retrospectivo, se exhibió el otro motivo trascendental de nuestra contemporaneidad con el que buscó consolidarse el cierre del gobierno anterior. “Voces para transformar a Colombia”. El programa de concretización de la paz para dar cese a más de 50 años de conflicto armado interno. Esta exposición curada por Cristina Lleras, Museo de Memoria Histórica de Colombia (MMHC) puso en el centro de ese teatro de representación a las víctimas, queriendo dejar ex profeso en un segundo plano al artista…

Il porcile. Pier Paolo Pasolini, 1969.

No porque sea preponderante ni por su evidente centralidad. Considero a ARTBO como el evento memorable de este 2018. Un acontecimiento que ha tenido el poder y la capacidad de subsumir todos los demás hechos artísticos que han ocurrido y ocurren en el medio local. Esta situación de preponderancia de un escenario y de una metodología para el arte explica precisamente la importancia que ha ido conquistando este espacio ferial en los últimos 14 años de existencia.

De esta manera el año que termina sólo puede leerse retrospectivamente. Es decir a través de la incidencia con que ARTBO resitúa toda la composición de efectos artísticos que han tenido lugar.

En primera instancia la estrategia de ARTBO con un espacio como Artecámara consiste en crear la ficción de abrir en medio del mercado, que está representado por la feria como totalidad, un espacio cultural democrático proclive a las problemáticas más acusadas de la actualidad.

La estrategia del poder, la estrategia del establecimiento representado por ARTBO es hacer creer o mejor fingir y parodiar que existe un interés por mostrar e investigar, por abrir un lugar a las grandes situaciones que atraviesan el momento. El espacio actúa como una atractiva y pertinaz vitrina de exhibición de una problemática que sabemos de antemano consiste sólo en una enunciación y en una promoción de ideas ejemplificadas a partir de artistas en emergencia, pero que terminan siendo sólo un interesante espectáculo finito y circunscrito tan sólo a la eventualidad del espacio de feria, pero que no tendrá ninguna repercusión en la realidad. Salvo quizá para catapultar la carrera de ese artista que podrá abrirse camino en el mercado con las credenciales de haber sido un artista Artecámara.

La pedagogía que imparte ARTBO es la de crear a través del arte un teatro de representación de un escenario democrático que su centralidad editorial sabe de antemano es irrealizable.

Este capítulo espectacular de apertura a la contemporaneidad política, social, sexual, racial. De apertura a una desintegración de los derechos ciudadanos en parcelas de culto a las jerarquías de sectarismo. Este tipo de metodología monumental en grandes espacios para grandes públicos, lo encontramos replicado en dos momentos trascendentales de la vida cultural de Bogotá. Coincidencialmente los dos ocurren en el pabellón ferial. A su vez los dos comparten la misma idea. Es la cuota democrática que el poder del mercado y del capital entregan para la construcción de ese imaginario cultural que el país, haciendo eco del poder multinacional, necesita consolidar para respaldar sus políticas.

En Artecámara este artilugio teatral curado por Carolina Ponce de León exhibió el asunto de la paridad de género con “Todo lo tengo y todo me falta”. En la Feria del libro en paralelo retrospectivo, se exhibió el otro motivo trascendental de nuestra contemporaneidad con el que buscó consolidarse el cierre del gobierno anterior. “Voces para transformar a Colombia”. El programa de concretización de la paz para dar cese a más de 50 años de conflicto armado interno.

Esta exposición curada por Cristina Lleras, Museo de Memoria Histórica de Colombia (MMHC) puso en el centro de ese teatro de representación a las víctimas, queriendo dejar ex profeso en un segundo plano al artista. Se realizó así en el centro de la monumental Feria del libro, la puesta en escena del guión del horror del conflicto. Pretendiendo dar voz a los que padecieron ese conflicto. En pretendida reparación simbólica a los años de terror que estremecieron y estremecen a los colombianos.

En los dos eventos se logró crear un efecto de participación multitudinaria. Más de 70.000 personas en Voces en Bogotá.

El público participó e inmediatamente experimentó un sentimiento de compensación altruista comparable a la catarsis que perseguía como efecto la tragedia griega.

Estos efectos tienen como fin consolidar una perspectiva no mercantil del simulacro simbólico que tramitan como estrategia de camuflaje.

Tanto FILBO como ARTBO se han ido consolidando de tal manera que la aprobación cultural y el espíritu altruista que tienden a despertar con estos capítulos culturales y humanitarios, logran borrar casi completamente el carácter comercial y la mercantilización que opera sobre una cultura que ha sido reeditada y esterilizada en su capacidad de producir algún efecto crítico real.

ARTBO y FILBO irradiándose de manera recíproca dan cuenta del fenómeno de fusión. Ese momento en que ya no es distinguible el paso de la cultura al mercado y del mercado a la cultura. Eso significa que la fusión se ha encargado de diluir ese límite capturando a los visitantes que cada vez menos pueden siquiera vislumbrar críticamente esa delgada línea divisoria que alguna vez fuera más visible para hacer apreciable la notoriedad del consumo.

ARTBO y FILBO se complementan creando una mayor comprensión sobre cómo paulatinamente la cultura ha ido deviniendo en el medio con que el mercado penetra las conciencias logrando esa aprobación que asegura un consenso total sobre su centralidad en la vida.

La estrategia no son sin embargo sólo los capítulos pseudo críticos creados para ambientar las grandes ferias.

También se recurre a estrategias que usando la publicidad logran borrar y diluir casi por completo toda acción crítica.

Me refiero a lo sucedido casi en el momento de la apertura de la que tendría que haber sido La toma del Mambo que había sido organizada por varios colectivos, interferida casi completamente por la aparentemente ocasional aparición de un hecho espectacular que parecía a la medida para lograr invisibilizar estas acciones que iban a presentarse en el Museo de Arte Moderno de Bogotá.

El hecho fue contundente y creó una gran confusión y espectacularidad. Con radio, prensa, y pronunciamientos vehementes en red se buscaba poder solucionar la precariedad de un espacio que recurría al arriendo de sus instalaciones para poder seguir subsistiendo.

Este apartado del uso de una falsa publicidad cobra relevancia desde las actuales circunstancias políticas de Bogotá, con las que se corrobora cómo el alcalde de la ciudad en compañía de una empresa particular multinacional con asiento en el país, ha tomado como rehén a la ciudad para implementar un sistema de transporte que cuenta con una flota de buses en su mayoría obsoletos y contaminantes. Este tipo de buses han sido prohibidos en Europa por el Acuerdo de París, en razón del grave problema ambiental que ocasionan.

El evento del SE ARRIENDA del MAMBO visto retrospectivamente cobra desde este conflicto ético todo su sentido. La estrategia resulta más paradójica y problemática cuando nos atrevemos a relacionar esta estrategia con quien es la actual directora del museo, esposa del empresario representante de esa empresa de buses contaminantes.

Mirado desde la distancia el hecho de la utilización de una publicidad engañosa con el supuesto de llamar la atención parecería inocente y hasta pueril, no se si hermoso como se insinuó, si no advirtiéramos cómo la acción se presenta como una acción deliberada que busca ocultar esa otra toma real del museo por parte de los colectivos. Los cuales buscaban con sus acciones un llamado a despertar la atención crítica.

Ahora que las cartas de aceptación de la licitación de Transmilenio se han entregado a la misma empresa que desde un comienzo viene suministrando los buses que alimentan el sistema de transporte con que el alcalde de la ciudad 20 años atrás diseñó una estrategia con la que logró disuadir y de paso cerrar la posibilidad de la construcción de un metro para la ciudad. El asunto de la parodia del arriendo del MAMBO suena a una farsa cruel y a una burla abierta y contundente a los destinos de una ciudad condenada a un transporte contaminante y obsoleto.

Lo central de todo esto sería poder darse cuenta de esta incompatibilidad entre arte y política.

En el sentido de entender cómo acciones como las de ARTBO, FILBO y el MAMBO cierran la posibilidad de un verdadero accionar.

En el sentido de poder denunciar efectivamente más allá del hecho irreal de una enunciación efectista y estetizante.

O de poder interferir estas acciones duales que cada vez más ponen al arte local en una situación de completa inercia.

Es difícil decidir si es una entrega o una acción en que ya la voluntad no puede interponerse al amo que castiga.

Tendido en su lecho de laureles el medio artístico nacional duerme su sueño de sopor y catalepsia.

 

Claudia Díaz, noviembre 13 del año 2018